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Una reflexión sobre el pasar del tiempo

Autor: Vittoria Angélica Gómez Martínez

En esta época en la que los adornos navideños nos recuerdan que estamos próximos a entrar en un tiempo diferente, relacionado con el descanso para muchos, pero sin duda un tiempo en el que los encuentros entre familiares, amigos y porque no, con uno mismo son más que anhelados. Entramos a un momento de cierre,
propicio para la reflexión de asuntos que nuestros afanes no habían permitido.

Tengo tres ejemplos sobre el pasar del tiempo. Uno es el ver crecer los hijos, que, pese a ser algo que ocurre todos los días, solo nos percatamos del tiempo que ha pasado en los momentos en que pueden hacer algo que antes no hacían o cuando ya no les quedan las cosas que usan. Otro, contrario al anterior, es ver a nuestros
padres ir más lento o dejar de hacer cosas que antes dominaban. Y sin duda el que resulta ser una evidencia irrefutable, es el cambio de nosotros mismos, que, aunque nos vemos diariamente en el espejo no nos percatamos fácilmente del paso del tiempo. Creo que es mágico el hecho de cambiar, crecer y no darnos cuenta sino en retrospectiva.

El filósofo Byung Chul Han en “El aroma del tiempo” señala como en la cultura actual las cosas ligadas a la temporalidad envejecen más rápido, convirtiéndose en pasado al instante, siendo fugaz el tiempo de atención que logran, como si el presente fuera una serie de picos de actualidad, en los que podría situarse la vivencia que está solo en un tiempo y espacio de lo presente; pero contrario a ello aparece la experiencia que posee un espacio temporal más amplio, al no reducirse al espacio, ni al tiempo de lo vivido, ella es tanto lo sucedido como el futuro de aquello en lo que espera convertirse.

Es así como entiendo que no notemos los cambios en el momento que ocurren, porque la existencia es más que la atomización de esos cambios concretos limitados en el tiempo y porque no solo vivimos, sino que percibimos el mundo a partir de la experiencia que implica una tensión dialéctica entre el pasado, el presente y el futuro.

Sin duda el que tengamos que vivir al ritmo de las tareas efímeras, buscando instantes de actualidad que dejan la sensación de que el tiempo “no alcanza”, olvidamos nuestra doble condición, la de ser presos del tiempo y a la vez los carceleros. Solo al hacernos conscientes de ello podremos desde nuestra experiencia definir la forma en que realmente queremos que pase nuestro tiempo.

*Docente Universidad Católica de Pereira

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