Una dinámica que corta la esperanza
Autor: Jhon Wilmar Toro Zapata
- diciembre 4, 2020
Un mundo cambiante producto de la idea de hipermodernidad avanza a pasos agigantados en lo tecnológico y consumista, pero en la humanización va a paso de tortuga.
Esa hipermodernidad se vio afectada por el confinamiento producto de la pandemia, la cual obligó a mirar el mundo bajo nuevas perspectivas, dando mayor magnitud al autocuidado, y lo virtual se constituyó en espacio de migración de lo social, religioso, cultural, laboral, dando mayor importancia al teletrabajo; pero lo más relevante, al menos en nuestro país, fue desenmascarar el tema de la pobreza, de la marginación, exclusión.
El descontento por el desplazamiento de lo humano ya venía antes del Covid 19, disminuyó la protesta, pero agudizó la marginación, ya no nos vemos “físicamente”, sólo a través de pantallas. Este panorama coloca en riesgo la humanización, al menos a la que estábamos acostumbrados e invita a pensarnos en términos de futuro. ¿Qué es lo que realmente queremos?
Nos vemos enfrentados a un asunto de despersonalización, el cual se ve desde el hecho que el empleador pocas veces entrega el salario a sus empleados, sino que les consigna, privando al otro del placer meritorio de su salario físico; el hecho de que, en una compra en un almacén sólo preguntan su número de cédula de ciudadanía y no su nombre, son claras muestras que la persona poco interesa y que somos un número, y no una vida.
El cuerpo perdió el sentido de lo físico y se desplazó por lo virtual, y qué decir del manejo del tiempo libre cuando se pasa del espacio laboral hacia el familiar y social, que se suple con el afán de llegar al lugar de descanso. Algunos pasan al gimnasio, otros van a la televisión, otros estudian y otros pocos van a un lugar social para encontrarse con más personas y compartir por un momento, un afán por recuperar lo perdido, por inmortalizar el presente.
El confinamiento tenía que habernos enseñado algo de salubridad, de autocuidado, de responsabilidad con los nuestros y con los otros al igual que con el medio ambiente; debía enseñarnos que debemos cuidar a los adultos mayores y a los niños.
Vemos como escandaloso que los niños vayan a la escuela, por los posibles contagios, y re- direccionamos la vida social a otros espacios como parques, centros recreacionales donde igual sigue el contagio, queriendo indicar con esto que no aprendimos la lección. Es momento de pensar el futuro, dejando de lado las posturas filosóficas, políticas y consumistas que sólo quieren que pensemos en el eterno presente y construyamos para el porvenir, debemos cambiar nuestro pensamiento para poder hablar de esperanza.
*Docente Universidad Católica de Pereira