Suenan las cacerolas, crece el descontento y la movilización social.
Autor: Gina Marcela Arias Rodríguez.
- mayo 7, 2021
El gran descontento nacional que inició el día 28 de abril del presente año generado por una violencia histórica que el Estado no ha sido capaz de transformar en condiciones de dignidad se refleja en algunos datos que dan
cuenta de nuestra radiografía nacional. El informe del Índice de Desarrollo Regional para Latinoamérica, en el que se miden 25 variables en ocho dimensiones: educación, salud, bienestar y cohesión, actividad económica,
instituciones, seguridad, medio ambiente y género, Colombia se ubica como el país con mayores desigualdades entre sus territorios. De acuerdo con datos reportados por el DANE, en febrero del presente año se registraron 3,9 millones de personas desempleadas, (20, 7 % en mujeres y 11,7 % en hombres), el nivel de pobreza aumentó a un 42,5 %. Para el año 2019, en la medición del Índice de Percepción de la corrupción de Transparency International, Colombia obtuvo un puntaje de 37 sobre 100, lo que indica que en el país se hace poco o nada para enfrentar este grave flagelo.
Recordemos que el gobierno Duque inició su mandato y particularmente jóvenes se convocaron el 7 de agosto de 2018 a movilizaciones, posteriormente las marchas convocadas el 21 de noviembre de 2019 por centrales obreras,
movimientos indígenas, estudiantiles, miles de trabajadores y trabajadoras y un amplio espectro de la ciudadanía colombiana. Cacerolazos, marchas y plantones que se mantuvieron hasta entrado el mes de diciembre del mismo año.
El año 2020, un tiempo extraño que generó un profundo miedo en la humanidad por la amenaza del coronavirus, parece que logró atenuar ese creciente movimiento de protesta y expresión de inconformidad no solo con un gobierno, sino con un modelo de sociedad que ha producido profundas desigualdades sociales. Pero, ese silencio se rompió el 28 de abril, el proyecto de reforma tributaria fue la gota que rebosó la copa. Contra muchos pronósticos y aún en medio del tercer pico de la pandemia, calles y plazas se llenaron con multitudinarias expresiones de protesta, de inconformidad con un gobierno que no solo no escucha, no interpreta las necesidades de sus gentes, sino que las reprime con toda la contundencia de la fuerza policial. El doloroso saldo de jóvenes asesinados, detenidos, desaparecidos, violencias basadas en género hacia las manifestantes y, de policías heridos, es una muestra de la gran equivocación del gobierno Duque al imponer la fuerza sobre la protesta.
La legitimidad del Estado y sus instituciones colocada en tensión por miles de personas, poseen una oportunidad histórica para pasar la página; ahora, todo depende de la capacidad del Estado para escuchar las demandas históricas que se trazan en las multitudinarias marchas.
*Docente Universidad Católica de Pereira