Se fue ‘sé’ sin tilde, ¡qué piedra!
Autor: Jhon Mario Zuluaga Morales
- febrero 18, 2022
Mientras preparaba una de mis clases de expresión oral y escrita, me encontré una vieja carta que me revolvió el estómago.
En la misiva, enviada al El Espectador, el poeta Juan Manuel Roca solicitaba, hace varios años, la corrección de una entrevista realizada por el periodista Ángel Castaño Guzmán al escritor Harold Alvarado Tenorio.
Mis ojos se posaron en estos dos párrafos: ‘…Se que el señor de marras, un poeta malogrado que ataca a diestra y siniestra a quienes tienen una figuración que añora o envidia, tiene amigos en una sección lastimosa que ahora llaman Magazín. Se que un corresponsal al que llamaríamos poco ético, para no entrar en el dicterio, llamado Ángel Castaño, y que hace rato pasó de castaño a oscuro, celebra en su periódico todas las barbaridades del indigesto y amargado señor del que le hablo…’
Tras leer estos apartes, debo reconocer que ni la polémica ni las acusaciones fueron las causantes de mi sorpresa. Mi sobrecogimiento llegó al percatarme del uso del ‘se’ en el comienzo de los párrafos citados. Roca, poeta y periodista galardonado en múltiples ocasiones, maestro de las palabras, olvidó poner la tilde en el vocablo ‘sé’, necesario en ambos casos por tratarse de una conjugación del verbo saber.
Este minúsculo error de un ciudadano desprevenido se magnifica en la mano de un personaje que forja su respeto en el uso intachable del idioma.
La no presencia de la tilde se debe a un olvido causado por el exceso de trabajo o a un simple error humano –estoy casi seguro-. No quiero hacer leña del árbol caído, pero no puedo negar que leí 10 veces la palabra y hasta indagué, para descartar que el equivocado estuviera en esta orilla, mirando esta pantalla.
En este sistema, donde las personas escriben como ‘kieren’, la responsabilidad de profesores, periodistas, literatos y todos aquellos que tomamos el idioma como insumo de trabajo se maximiza. Nos toca ser muy limpios cada vez que hablamos o escribimos, sacar la lupa para mirar el detalle.
Nadie está exento de cometer algunos errores de coherencia, de cohesión, de digitación o tener ciertos olvidos, pero siempre habrá ojos encima de nuestras palabras que nos reducen el margen de acción.
Sé que cuando uno corrige o hace evidente algunas fallas se convierte, automáticamente, en un blanco más sensible a la examinación. Por eso, a estar más atentos y a filtrar muy bien los textos, no vaya a ser que un error de esos, se convierta en una verdadera roca en nuestro zapato.
Nota: no me quise detener en ese ‘castaño a oscuro’ que me encontré en la misiva, esa ya es tarea de ustedes.
*Docente Universidad Católica de Pereira.