RECUPERAR EL AMOR PERDIDO
Autor: Padre Diego Arcila Vélez
- enero 5, 2017
Aunque la familia continua siendo un valor personal y social generalizado, no parece serlo el matrimonio. En realidad el aparente rechazo a este sacramento, lo es solo de un concepto no adecuado del mismo (concebido como una mera formalidad, como firmar papeles) y no del matrimonio real, entendido como la unión de voluntades para respetarse y amarse por siempre.
En esta coyuntura de un casi avanzado desprestigio de la unión matrimonial entre el hombre y la mujer, aparecen las crisis que ello conlleva, no solo las del tipo personal, sino también legal y social, en una clara y profunda desmotivación de los jóvenes – especialmente- por el amor duradero y eterno- como lo fue para muchos de nuestros padres-.
¿Es posible recuperar el amor perdido?, o nos vamos a dejar contagiar por la epidemia global de quienes creen que ante los problemas de la vida conyugal, hay que “botar” de una vez el matrimonio y no sus problemas, siendo estos los que debemos resolver, salvaguardando y rescatando por sobre todo la unión, pues se trata no de los caprichos personales, sino y ante todo de los hijos -si los hay-, de la realización plena y feliz de cada
uno de los cónyuges y de la conservación de los valores familiares que mantienen viva la célula de la sociedad.
Es muy importante hacer un diagnóstico del estado de la vida matrimonial en los siguientes quince aspectos del amor conyugal: amistad, afecto, atractivo físico, armonía sexual, admiración, ayuda, alegría, aceptación, acción, apertura, confianza, comunicación, compromiso familiar, balance, finanzas y el más importante, espiritualidad.
El arte de mantenerse enamorados es la acción reciproca de cultivar la sensualidad, la afectividad y el gozo espiritual de la persona que se ama, estos tres aspectos resumen los quince anteriores, todo con el firme convencimiento de que el último, el espiritual, es definitivo pues en la medida en que Dios sea y esté en el centro del hogar, todo se hará más fácil y llevadero.
Los valores que el Señor Jesús encarna se transmitirán de hijos a nietos y por supuesto aseguraremos una sociedad y cultura más y mejor civilizada, la que queremos para las presentes y futuras generaciones.
El corazón de la vida conyugal es Dios, con Él nada se polariza y todo, hasta la crisis más difícil, se puede superar.
*Rector Universidad Católica de Pereira