POR UNA MEMORIA EN VALORES DE FAMILIA
Autor: Padre Diego Arcila Vélez
- mayo 26, 2017
El Papa Francisco en su Encíclica “Amoris Laetitia” –La alegría del amor- anota: “El matrimonio es una vocación, la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional” N°72. Las últimas decisiones de nuestros “honorables” padres de la patria con referencia a la adopción de hijos por parte de personas del mismo sexo y personas solteras nos colocan de frente ante otra “violencia”, la de aquellos que
apoyados en un estado laico y “liberal” producen profundas anarquías y dejan casi sin posibilidad de maniobrar a los que nos fundamos en principios universales, naturales, de amor y respeto por lo trascendental.
¿Podremos reconstruir nuestra sociedad actual devastada por tantos problemas, sin restaurar las ruinas en las cuales se encuentra la familia como núcleo vital de la sociedad y la cultura?, ¿cómo realizaremos cambios reales y efectivos si atentamos contra ese núcleo con tanta violencia e intereses particulares so pretexto de ser una cultura que no está dispuesta a someterse a la naturaleza y sus valores universales?, ¿cómo podremos procesar esas vivencias, hacerlas inteligibles para nosotros sin “confundir” a las futuras generaciones que vendrán con nuestros niños y jóvenes?.
Cuando toda anarquía se normaliza afecta de manera profunda nuestra forma de entender el mundo y de ordenarlo e impacta la ética y la convivencia de forma radical y peligrosa. Las huellas de este daño que se está produciendo sobre un nuevo modelo de familia, no desaparecerán cuando no estén los anarquistas. La sociedad no cambia a golpe de decretos gubernamentales o porque uno de los bandos haya sido “derrotado” o porque se instituya en un clamor de minorías.
El daño casi “visceral” que se le hace hoy por hoy a la institución tradicional de la familia compuesta por papá y mamá es tan alarmante que ha tomado cautiva nuestra imaginación, secuestrado nuestros principios y mutilado nuestros afectos.
Que institución más clara y diáfana que la familia natural y sexualmente conformada por el varón y la mujer, que futuro puede ser mejor señalado que el del ejemplo del padre responsable y trabajador y el de la madre amorosa y tierna.
Por ello es imprescindible situarnos éticamente ante el pasado y recomendar un ejercicio de memoria que valore de forma valiente el modelo de familia tradicional y denuncie la responsabilidad colectiva en la perpetuación de este daño que le estamos haciendo.
*Rector Universidad Católica de Pereira