MARCHAS CIUDADANAS
Autor: Padre Diego Augusto Arcila Vélez
- noviembre 3, 2016
Después de las elecciones del 2 de octubre hemos asistido a un sin número de marchas ciudadanas que dejan ver los intereses y las problemáticas por las cuales atraviesa hoy el país, especialmente en un tema tan importante como lo es la paz.
Desde las universidades, los jóvenes han promocionado este mecanismo y lo han puesto de moda, acción muy loable y gratificante, máxime cuando algunos sectores de la sociedad dicen que ellos –los jóvenes- han perdido toda su capacidad de protesta y sensibilidad por lo social.
Salir a las calles estos días para apoyar, hacerse sentir, caminar y “tomarse” las plazas de las principales ciudades, las vías más emblemáticas, los espacios mejor ubicados, se convirtió en un punto más de la agenda de las ciudades y sus gobernantes, marchar está de moda y es aceptada como una gran herramienta de persuasión.
Pero son varios los interrogantes que surgen en la sociedad con esta situación. ¿Qué dejan este tipo de estrategias?, ¿son efectivas al momento de decidir sobre las políticas públicas o privadas?, ¿los marchantes son conscientes de lo que hacen y piden a gritos y con consignas?, ¿se convierten las marchas en un problema para la movilidad, la vida económica y de negocios de las ciudades?.
Marchar es un derecho, pero también el que se escuchen los pasos y las voces de los marchantes, especialmente en el caso de la paz que se tenga en cuenta a los muchos jóvenes que claman por ella, o a los que disienten aduciendo que hay que organizar los acuerdos. Marchar es cuestión de dignidad y de ser visibilizados en una sociedad que tiene en sus dirigentes, supuestamente personas “inferiores” a lo que las consignas de los marchantes pregonan.
Donde hay un grito de protesta, hay una causa; sin embargo no todos los gritos están organizados, ni canalizados, ni tienen un final feliz. Hoy se grita por todo, se moviliza por todo, se pone en juicio todo, así los que enjuicien estén desquiciados.
Bastaría ver a los hermanos venezolanos, todos los días protestan, salen a las calles, unos y otros como ríos de gente, que uno se podría preguntar ¿a qué horas trabajan?, por supuesto sabemos que no hay trabajo, ni alimentos, por eso salen, se dejan ver, se apoyan y tratan de ponerse de acuerdo, sin muchos resultados, para ellos toda nuestra solidaridad.
Colombia está haciendo sus pinos en estos menesteres, a las marchas debemos unir espacios serios de reflexión y de liderazgo, no se trata de dar vuelta atrás sino de seguir adelante transformándolas en espacios concretos de reconciliación y de acuerdos.
*Rector Universidad Católica de Pereira