La sempiterna esperanza para Colombia: desarrollo y paz
Autor: Armando Gil Ospina
- mayo 6, 2022
Se aproxima la elección popular del futuro líder de los colombianos que aspira a ocupar la alta dignidad del poder ejecutivo en el gobierno nacional para los siguientes 4 años. Ella o él, tiene el encargo político de tomar las decisiones que propicien y alcancen mejores condiciones de bienestar para toda la población.
Distintas disertaciones a través de los medios, los precandidatos de las diversas coaliciones (antes), y los candidatos directos a la presidencia de la República (ahora), han coincidido de manera sorprendente en algunas de sus ideas, locuciones y propuestas de solución a importantes problemas del país.
Llama la atención que en varios discursos, se enuncien fórmulas, estrategias y acciones que se implementarían para solventar las problemáticas del desarrollo y la paz, con la serenidad y la efectividad de un buen mago que conoce bien su acto, y como por ensalmo, pueden transformar la compleja realidad.
En este sentido, se percibe en la mayoría de ellos un cierto soslayo de la historia y la actual situación nacional en relación con las estructuras de poder, el funcionamiento del sistema económico, las relaciones entre los sectores
productivos, la sinarquía en la administración del Estado y la pleonocracia criolla; es como si asumieran el supuesto ceteris paribus, para focalizar los cambios (¿de forma o de fondo?) que se proponen.
Sin embargo, y en aras de la verdad, se acude a Santo Tomás de Aquino cuando se refiere a la mentira: “…expresión de algo opuesto al propio pensamiento”; “locutio contra mentem” -una proferencia lingüística que denota lo contrario de lo que se piensa en la mente. Según Santo Tomás, la mentira implica tres componentes de falsedad:
1. Material: contradicción entre palabra y pensamiento y no solo entre palabra y verdad; por tanto, al declarar algo en falso que se asume verdadera, se comete un error y se profiere una falsedad, pero no una mentira: “Non fallit ipse, sed fallitur”.
2. Formal: voluntad de manifestar lo opuesto de lo que se piensa, no obstante “per accidens” la cosa dicha sea verdadera: de modo que se incurre en mentira incluso al enunciar la verdad sin saberlo.
3. Voluntad nugatoria -en representaciones escénicas-; no se trata del propio pensamiento con propósito de inducir a engaño al público -se trata sólo de representación teatral-.
Entonces, ¿en Colombia la ética está hética? Por lo anterior -cualquiera sea el caso-, los ciudadanos que ejercen el derecho al sufragio no cuentan con el nivel de objetividad requerido para tomar una decisión de cardinal importancia como es la elección del más idóneo candidato ex profeso.
Colofón: Perentoria dosis axiológica… ¡Ay, que orgulloso me siento de ser un
buen colombiano!
*Docente Universidad Católica de Pereira.