LA FILIGRANA DE LA RECONCILIACIÓN
Autor: Padre Diego Augusto Arcila Vélez
- septiembre 14, 2016
Estoy seguro que cada uno de nosotros desde nuestros quehaceres diarios y en el contexto en el que participamos, podemos apostarle a la paz mediante pequeñas pero significativas acciones que promuevan el perdón, la reconciliación, la aceptación, el desarrollo económico, el mejoramiento de las condiciones sociales de los grupos vulnerables, el respeto por los bienes públicos y el cuidado del medio ambiente.
Cualquier tipo de violencia se refiere al abuso de los derechos humanos y al desconocimiento de los bienes a los cuales todos tenemos acceso como la salud, educación, trabajo, vivienda, alimento, entre otros. Vulnerar alguna de estas situaciones es motivo suficiente para ir construyendo una civilización de desposeídos, excluidos y como afirma el Papa Francisco de “descartados” en una cultura y sociedad cada vez más indiferente ante el
dolor y el sufrimiento de las mayorías.
La filigrana de la reconciliación hace alusión a la construcción o mejor si se quiere a la reconstrucción de un tejido social marcado por las injusticias de unos grupos de poder que han sembrado inseguridad, miedo, desesperanza y en el peor de los casos, la infame violencia en cualquiera de sus manifestaciones.
De este caos todos son culpables. El Estado por tener un sistema democrático tan débil y con tanta corrupción, en donde nuestros gobernantes han hecho gala del despilfarro de los bienes de la nación, sin tener el más mínimo asomo de vergüenza. Los grupos armados que al margen de la ley sólo han sembrado terror, muerte y miseria, especialmente en los más pobres y desprotegidos.
Tejer la manta de la paz no es asunto fácil, con la firma del acuerdo empieza el verdadero reto, hacerlo cumplir. Que los niños no empuñen armas, sino cuadernos; que los ríos, quebradas y bosques sean protegidos y no sometidos más a la siembra demoledora de la coca; que a los campesinos se les devuelva hasta el último metro cuadrado de las tierras que miserablemente se les robó; que los familiares de los que fueron asesinados vilmente
puedan mirar a los ojos a sus verdugos y gritarles el por qué les quitaron la vida y los dejaron huérfanos, viudas o desprotegidos; que se haga sanación de la memoria histórica y unos y otros reconozcan –guerrilleros y Estado- que su compromiso es vivir en las justas proporciones de aquello que la paz invoca, esto es, un corazón que ame a Dios y respete ante todo al prójimo, especialmente al pobre, al huérfano y la viuda, que quizás son muchos más colombianos que los que han registrado las autoridades y los medios de comunicación.
*Rector Universidad Católica de Pereira