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DEMOCRACIA A PRUEBA

Autor: Padre Diego Augusto Arcila Vélez

Exactamente dentro de un mes, el 2 de octubre, nuestro país y en especial todos los colombianos viviremos una jornada sin precedentes en donde el sistema democrático y participativo se pondrá a prueba y nos medirá los deseos que tengamos frente al problema que más nos preocupa, la paz.

El mecanismo utilizado será el plebiscito, que no es otra cosa más que preguntarle al pueblo, el cual responderá y sea cual sea el resultado, resignificará -como nunca antes- el valor del voto y las emociones, motivaciones y percepciones frente a un acuerdo que seguramente llevaremos leído y suficientemente claro, para que con la más profunda responsabilidad y seriedad ejerzamos este derecho ciudadano.

La Corte Constitucional en la sentencia C-379 de 2016 declaró este mecanismo que pretende a través de la pregunta al pueblo, refrendar los acuerdos de paz que se lograron en la Habana.

El presidente de la República puede desde su rol como mandatario de los colombianos y con las facultades que lo invistió la Constitución, no requerir tal instrumento y dar sencillamente trámite, informando a la rama legislativa. Pero, por el contrario el gobierno quiso que los ciudadanos participemos y a la vez, medirse como mandatario poniendo todo lo hecho y lo que está por hacer en esta votación.

Por supuesto que con el plebiscito se apuntará al fortalecimiento de la democracia y a la legitimidad de los acuerdos, lo cual es favorable teniendo en cuenta que la solidez jurídica y política encontrará en ello unas bases estructurales que con la sola participación de muchos colombianos, ya estaremos diciendo ¡aquí estamos!, sea cual sea el resultado.

Sin embargo, esta votación reviste profundos riesgos que podrían atentar contra la paz. Un país tan polarizado por estos días, una pedagogía que se está quedando corta ante el poco tiempo de socializarla, unida –y ojalá no suceda-, al alto abstencionismo al que estamos acostumbrados cuando elegimos nuestros gobernantes, son y serán retos a los cuales poca probabilidad de respuesta inmediata podremos tener.

La suerte está echada, la hora llegó, ya no hay tiempo sino de mirar nuestra historia, repasar lo sucedido, valorarnos como los grandes colombianos que somos y desde un corazón humilde ponernos delante de Dios, Señor de la paz y dar un paso sincero y decisivo, para que Él nos ilumine y bendiga.

*Rector Universidad Católica de Pereira

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