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¿Es la educación el garante del cambio social?

Autor: Pbro. Jhon Edwin Arias Alzate

Muchas veces hemos tenido la oportunidad de escuchar la frase: “la educación es el garante de la transformación social”. El año pasado, el país asistió al escenario electoral de la Presidencia de la República y todos los candidatos resaltaban en sus programas de gobierno la necesidad de fortalecer y potenciar el estamento educativo, en virtud de su gran relevancia.

Creo que estamos de acuerdo que la educación es absolutamente fundamental, pero cuando se habla de educación para generar los cambios sociales que anhelamos como lo son: la construcción de una sociedad más justa, con mayor tolerancia, con una corazón más abierto a la convivencia pacífica, con mayor sensibilidad frente a la realidad de los otros especialmente de los vulnerables, con transparencia en la administración de los recursos, y una conciencia diáfana de la necesidad del cuidado de la casa común que es la naturaleza, me atrevería a preguntar ¿Qué tipo de educación puede generar el cambio tan anhelado?

Con malestar recibimos de manera cotidiana, información acerca de los múltiples casos de corrupción que enlodan la realidad de nuestro país, generando desconfianza en las instituciones y afectando de manera ostensible el desarrollo global y local de nuestra nación. Lo que sorprende profundamente es que muchos de los que están sumergidos en dichos escándalos, tienen una notable formación académica, infortunadamente utilizada para realizar pilatunas que van en menoscabo del bien común.

En virtud de este escenario tan complejo, estoy convencido de que la educación que puede propiciar el cambio que ansiamos muchos en el país, es aquella que se enfoca en la formación integral, que potencia las habilidades blandas, que busca consolidar los valores en la persona, que fortalece el componente trascendente del ser humano de tal manera que el proceso se desarrolle de adentro hacia fuera. Fortalecer el componente axiológico de la persona de tal manera que esto redunde en bien de todo y de todos. Cada uno de los que tenemos la ardua pero apasionante misión de acompañar los procesos de formación, tendríamos que tener la conciencia clara de que somos inspiradores y lo que hacemos impacta positiva o negativamente. Necesitamos volver la mirada a lo humano, para encontrar allí la esencia de la existencia. Un proceso educativo que no conduzca al hombre a ser mejor persona es un absurdo.

Sigo confiando en la educación con enfoque integral, como el camino para la transformación social, el desafío es grande pero se afianza a través de detalles sencillos pero contundentes: un saludo, un gesto de gratitud, la disponibilidad para el servicio, la ruptura del egocentrismo, la actitud de escucha, el respeto por el otro, la acogida generosa, la búsqueda del bien común, son condiciones indispensables que debería transmitir cualquier persona y de manera muy especial quien ha sido partícipe de procesos educativos sólidos.

Decía Jesús de Nazaret en una sus valiosas frases: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? (Mt 16,26). Podríamos decir nosotros refiriéndonos a lo educativo, ¿de qué le sirve al hombre adquirir títulos si no es mejor persona?.

*Vicerrector de Proyecto de Vida de la Universidad Católica de Pereira

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