El eterno retorno de las violencias en la ciudad-región
Autor: Luis Adolfo Martínez.
- agosto 30, 2019
Interpretar las lógicas fluctuantes alusivas a las violencias homicidas presentes en una región “aparentemente ausente del histórico conflicto armado”, nos exige la realización de lecturas que intenten reconocer las relaciones entre los factores de larga duración respecto a la emergencia de nuevas condiciones que ayudan a explicar la violencia homicida presente en Pereira.
Tal análisis exige reconocer en las históricas tensiones que se tejen en la relación centro-periferia un eje de profundas exclusiones que la Ciudad nunca logró superar. Las buenas intenciones de la integración regional o la búsqueda por superar las profundas fracturas socio-económicas, sólo han quedado en el papel, situación que ha generado dinámicas de fortalecimiento de las estructuras criminales presentes en la Región.
Reconocer a su vez las movilidades y los flujos que perfilan las violencias experimentadas en una región fuertemente influenciada por oleadas migratorias promovidas por factores tan diversos como los tiempos de cosecha, o las dinámicas de las violencias que generaron y aun causan desplazamientos forzados ocasionados por la expulsión violenta de los territorios, perfilan el rostro de nuestras ciudades, siempre inquietas por presentar versiones turísticas de la región minizando las contradiciones presentes en nuestros territorios.
Es por ello que se reitera la pregunta alusiva a la generalidad o no de nuestras violencias, a su lugar histórico como constante o como fluctuación, por lo cual Daniel Pecaut (1991) nos señala:“hablar de una “violencia generalizada” es indicar precisamente que, en la coyuntura actual, elementos de órdenes diferentes tienden a entrar en resonancia y producen consecuencias contradictorias; exacerban una conflictividad difusa y fragilizan a los actores sociales; así mismo suscitan en ciertos casos, una extrema radicalización política y confunden además, lo que pertenece a lo político con lo que no le pertenece”.
Tal afirmación refuta las distinciones tajantes entre la “violencia política” y la “violencia ordinaria”. Se generan cruces de intereses, medios, actores y escenarios que confunden a la una con la otra, sin que ello quiera decir que –a pesar de sus cruces-, tales fronteras han existido en nuestra larga historia, creando resonancias que llegan a nuestro presente.
De esta manera, abogamos por la realización de interpretaciones locales y subregionales del fenómeno homicida en Colombia, reconociendo la importancia de adelantar estudios microsociales de dichos fenómenos, ya que si algo nos han enseñado nuestras violencias, es a reinventarse, a encontrar novedosas formas de estar “actualizadas” en la Colombia del siglo XXI. La academia y la sociedad en general, no deben perder su capacidad de asombro ante la misma, su profunda esperanza en horizontes renovados en los cuales, las violencias hayan perdido su capacidad mediadora a la hora de superar nuestros propios conflictos.
*Profesor Universidad Católica de Pereira.