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Del conspiracionismo y otros males

Autor: Catalina Ramírez Aristizábal

En estos días estamos cumpliendo un año de la declaración de pandemia. Fue un hecho sin precedentes para las generaciones actuales que los gobiernos instruyeran a sus ciudadanos a salir solo para adquirir bienes de primera necesidad como alimentos y medicamentos. Un año después muchas restricciones para prevenir los contagios
continúan vigentes.

Ha sido un año desafiante en todos los sentidos. Se han perdido casi 2.7 millones de vidas y muchos han vivido experiencias cercanas a la muerte. El personal médico se ha visto obligado a hacer frente una situación de alto riesgo, muchas veces sin los recursos mínimos necesarios. Se han perdido empleos, cerrado empresas y las pérdidas económicas se miden en miles de millones de dólares. Los que menos hemos perdido, perdimos contacto con nuestros seres queridos, perdimos la posibilidad de dar un abrazo y en algún nivel nuestra libertad personal.

En el medio de la pandemia hay otro mal que se ha incubado de forma muy peligrosa, casi tanto como es el mismo virus, hemos entrado en el reino de la desinformación, en el negacionismo y las teorías conspirativas. Han surgido historias tan descabelladas como que el virus es un invento de Bill Gates para implantarnos un microchip. La
verdad sea dicha, el microchip ya lo tenemos hace mucho tiempo, y lo adquirimos voluntariamente a través todos los dispositivos tecnológicos que no soltamos ni para ir al baño y toda la información personal que publicamos en las redes sociales.

Lo más preocupante de toda esta situación son las consecuencias funestas que puede tener en el manejo de la pandemia. Según la encuesta de Datexco solo un 55%* de los colombianos estamos dispuestos a vacunarnos, cifra que no sería suficiente para alcanzar la inmunidad del rebaño. Si esto sucede el virus seguirá circulando libremente
y mutando, lo que puede generar nuevas cepas más contagiosas y mortales que llegarían a inutilizar las vacunas actuales.

Algunas de las razones que esgrimen los “antivacunas” es que una vacuna hecha en un año no es segura para nuestra salud. Sin embargo, como persona dedicada a la ciencia, en otra área del conocimiento, puedo decirles que la vacuna no fue hecha en un año. Las técnicas aplicadas al desarrollo de vacunas como el ARN mensajero y los vectores virales han sido estudiadas por años. Los equipos científicos se han preparado toda su vida para atender esta situación, cada uno de sus integrantes han cursado maestrías, doctorados, post doctorados y aprendido varios idiomas. Ellos hicieron lo impensable dar una solución para esta terrible crisis en menos un año. Es hora de hacer nuestra parte, valorando su esfuerzo, dedicación y sacrificio: ¡VACUNÉMONOS!

*Docente Universidad Católica de Pereira

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