Ir al contenido

Corrupción.

Autor: Fabian Felipe Villota Galeano

Si se nos pregunta a los colombianos las razones que frenan el progreso, es probable que la corrupción sea una de las respuestas. Es uno de los temas en los que podemos coincidir como ciudadanos. Esta coincidencia se refuerza con otra: el problema es aún más grave en un país con tantas cualidades. “Uno de los grandes males de este país es la corrupción”. «A este país lo tiene jodido esa corrupción tan grande», son expresiones que escuchamos.

Si coincidimos en el diagnóstico, ¿Por qué el problema no se resuelve? ¿Por qué la corrupción no desaparece, si se reconoce como un problema que causa la postración del país?

El antropólogo Akhil Gupta, observaba cómo los habitantes en un pueblo de la India hablaban de la corrupción como algo cotidiano en el que los sobornos y la burocracia se entrelazaban.

Esto me ha llevado a pensar que, aunque se reconoce la corrupción como un gran problema, siempre se imagina como algo lejano. Se ve como un mal terrible, un asunto de políticos del que hay que mantenerse alejado. Esa distancia hace que la corrupción se imagine como un fantasma que nos acecha y que se encarna en otros. Como una bruja que nadie ha visto, pero las hay. Se tiene la certeza de su existencia porque se conocen sus efectos.

Cuando surge un escándalo de corrupción, es el fantasma que se encarna. Los embrujados aparecen. Pero antes y después, nadie le ve, nadie le conoce. Es como si, además de confirmar su existencia, los escándalos de corrupción reafirmaran la distancia que separa al ciudadano del fantasma, de la infección, de los infectados, de la bruja y de los embrujados.

A mi modo de ver, es probable que acertemos en el diagnóstico: la corrupción es un gran problema. Que no se resuelva, pese a la certeza de su mal, dice más sobre cómo nuestra experiencia cotidiana se articula con ese problema que sobre el problema en sí mismo. Fallamos en cómo lo imaginamos y lo asumimos. Por eso,
en la experiencia pública cotidiana, pareciera que no existe el clientelismo, ni el tráfico de influencias, ni en general, la corrupción.

Todos conocen ocasiones en que resulta cotidiano deslizar dinero para obtener un servicio o evitar una multa; o servirse de la afinidad con un funcionario para agilizar un trámite; en ese momento, parece que no hay infección, ni fantasma, ni embrujado.

No estoy justificando la corrupción. Propongo una conversación menos censurada quizá así nos demos cuenta de que hace rato la infección está entre nosotros, que somos los embrujados y que el fantasma acecha. O, peor aún, que somos la infección, la bruja y el fantasma.

*Universidad Católica de Pereira

Scroll al inicio

Pagos en línea

Si tienes alguna duda o requieres de ayuda adicional por favor contacta con Gestión Financiera a través del PBX. 312 4000 EXT 1016 – 1007