Conexión humana en el aula, emancipación del maestro ante la IA

Autor: Daniel Ospina Ospina

La expansión de la inteligencia artificial (IA) ha generado expectativas sobre el futuro de muchas profesiones, incluida la docencia. Sin embargo, la naturaleza de enseñar tiene raíces en algo que la IA difícilmente podrá replicar: la conexión humana.

Maestros y estudiantes crean vínculos, comparten emociones, generan relaciones socioafectivas que pueden incidir en la motivación hacia el aprendizaje. Enseñar va más allá de transferir conocimientos; la empatía y la construcción de relaciones que hacen parte del acto educativo es algo que la IA difícilmente logrará imitar.

El aula es un espacio pedagógico y didáctico, el maestro se ajusta a las necesidades individuales y a las dinámicas grupales. Aunque las IA pueden brindar contenidos adaptados, carecen de la flexibilidad y creatividad para responder a todas las realidades del estudiante, aspectos que los algoritmos no pueden prever.

Las características sociales y culturales ayudan al maestro para realizar un ejercicio de transposición que hace significativos y relevantes los contenidos para los estudiantes, permitiendo reflexionar sobre dilemas éticos del entorno. Es cierto que las IA ofrecen datos y respuestas, pero no enseñan a razonar en estos contextos ni fomentan la reflexión ética, carecen de la comprensión profunda y la intuición necesaria para valorar las particularidades de cada entorno educativo.

Un maestro es mediador en el complejo entramado de relaciones humanas que se dan en el aula: gestiona conflictos, interpreta emociones, acompaña el desarrollo socioemocional, fomenta una buena convivencia, así como el respeto por todos y hacia todos. Estas son habilidades cercanas a la inteligencia emocional que requieren de la orientación de un maestro, así como de su experiencia en la gestión de grupos.

El fomento de la creatividad va más allá de los conocimientos técnicos. El maestro motiva la imaginación al usar sus experiencias personales, el juego, el humor y otras actividades que promueven la exploración y la curiosidad en contacto directo con la realidad. Así, el estudiante genera propuestas originales, ligadas a su capacidad de ver la realidad de múltiples formas, útiles en la resolución de problemas. Las IA están programadas para operar en límites predefinidos según parámetros establecidos; la creatividad nutre la capacidad de romper esos límites, explorar lo inesperado.

Por lo anterior, se puede pensar que la IA y la enseñanza humana, los maestros, son aliados, no rivales. La IA puede ser una herramienta que complemente la enseñanza, pero nunca podrá reemplazar la riqueza de la interacción humana. La emancipación del maestro en este nuevo contexto no es una cuestión de resistencia, sino de reafirmación de lo que hace única y esencial a la enseñanza: la conexión humana en el aula, el corazón mismo de la educación.

Docente Universidad Católica de Pereira

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