BESOS, ARMAS Y DROGAS EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS
Autor: Universidad Católica de Pereira
- septiembre 3, 2015
La realidad es esa, nuestro sistema de educación es incompleto, educamos para las destrezas profesionales, no para la vida. Educar es señalar caminos, es buscar oportunidades que desde el conocimiento nos abran posibilidades para realizarnos en la vida, se trata de problematizar, pero también de responder con lucidez y proyección a un sin número de situaciones que se nos van presentando, es tratar de ser felices y acoplarnos con la sociedad y el entorno.
Ese entorno es el que muchas veces se hace complicado, especialmente para nuestros adolescentes, quienes en su afán de sentir y experimentar se ven atropellados por factores en los cuales no encuentran una orientación, una luz y una guía.
Hemos creído que el hogar es el que pone los primeros principios, hoy dudamos de eso ante un modelo de familia en crisis que presenta múltiples problemas; ¿qué queda?, la escuela, el colegio y la universidad –si es que todos pueden llegar-. Una vez allí, directivas, profesores, profesionales de apoyo, entre otros, hacen un esfuerzo por realizar bien el ejercicio de formar, pero son muchas veces los agentes externo-, por estos días, hemos venido escuchando cuando a nuestros claustros ha llegado el micro tráfico, la violencia (armas) y el sexo con sus muy
variadas manifestaciones.
Todos nos ponemos alertas, unos critican, otros defienden; los jóvenes en espacios públicos, se besan, se abrazan, dicen palabras de “alto calibre”; llegan a la institución tomados o “fumados”; otros se infiltran y venden sustancias psicoactivas –hombres y mujeres– ¿Qué hacer? es la pregunta, defendernos solos, implementar las restricciones del caso, crear protocolos que en la mayoría de las ocasiones no se cumplen, perseguir, controlar, llamar a expertos; ¡Que difícil! cuando como educadores no tenemos herramientas lo suficientemente claras para hacerle frente al problema y lo peor, cuando esas herramientas, son descalificadas por muchos ciudadanos que ven esas actitudes como normales.
No se trata de volver a formas restrictivas y despóticas que no fomenten la libertad y la autonomía que debe implicar la educación, pero eso sí, necesitamos que las autoridades nos ayuden, que los gobiernos centrales y secretarías de educación empiecen a señalar políticas claras frente a estos problemas, que nos unamos y hablemos un lenguaje común, el de dar la mano a nuestros jóvenes que se debaten, sin caer en la cuenta, en un abismo de embarazos no deseados, de inducción a la droga, de comportamientos que dejan un vacío en el ser y en
el existir