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Re- pensar las identidades nacionales

Autor: Luis Adolfo Martínez H.

Las identidades nacionales suelen estar asociadas a los hitos construidos por los Estados quienes se abogan el derecho de definir aquello que será enaltecido de lo que será sistemáticamente olvidado. Así, todo acto de memoria implica un acto de olvido, ya que, al visibilizar un actor, un acontecimiento o un proceso social, se deja en la opacidad a “otros” confinados a recodos de olvido.

La construcción de identidades nacionales implica entender la existencia de olvidos fortuitos o intencionales, los cuales “escapan” a la palabra de los funcionarios, historiadores oficiales o sensores de la historia. La identidad
nacional se nos presenta como narración siempre parcial, inacabada, inconclusa de los hechos históricos acaecidos.

En nombre de identidades nacionales se han cometido vejámenes inexcusables, exterminios sistemáticos de poblaciones, guerras globales que exaltaron superioridades raciales, culturales o étnicas, eliminación de minorías en nombre de proyectos civilizatorios. Basta recordar la guerra en Bosnia-Herzegovina que dejó más de 100.000 muertos entre 1992 y 1995, el exterminio judío, polaco y ruso -entre otros- en la II guerra mundial, los proyectos colonizadores experimentados en África, América y Asia ocurridos durante 500 años.

En el contexto colombiano, ¿qué nos dirían las voces de los vencidos?, ¿cuál sería la palabra enunciada por aquellos que siempre han perdido nuestras batallas? Más allá del brillo estridente de los generales engalanados en plazas y en las exaltaciones de los emblemas y los símbolos patrios, ¿cuál lectura nos propondrían los perdedores de la historia para interpretar el drama de una sociedad encapsulada en los laberintos de históricas violencias legadas por los triunfadores de nuestras múltiples guerras?

Por lo tanto, repensar nuestra identidad nacional como sociedad colombiana descentrando a la cabeza enmarañada de medusa forjada en múltiples violencias, colocando en su lugar crisoles de reivindicación a la diferencia y a la vida, en especial de aquellos que han padecido históricas violencias y exclusiones, –pueblos originarios, comunidades negras, personas LGTBIQ+, mujeres, entre otros-, sería el pilar para pensar la sociedad del posconflicto.

No se trata de dar la voz a quienes siempre la han tenido; se propone reconocer los pensamientos coloniales con los cuales aún percibimos nuestro presente y trasformar la mirada no para dibujar supuestas superioridades culturales -como si existiese un culturómetro que mide calidad y extensión en las culturas-, sino para repensarnos como una sociedad que se ha forjado al unísono de múltiples voces, cosmovisiones y creencias, que se ha tejido en históricas violencias que tenemos que reconocer e interpretar para poder superarlas, que ha construido relatos históricos parciales que necesitan de unas memorias plurales con las cuales seguir recreando nuevas identidades, y construir renovados sueños que superen coloniales fantasías.

*Docente Universidad Católica de Pereira

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