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¿Pacto social fallido?

Autor: Luis Adolfo Martínez Herrera

El 26 de septiembre se cumplieron 5 años del acuerdo de paz firmado entre Juan Manuel Santos y la ex guerrilla de las FARC.

La paradoja guerra y paz ha marcado la historia colombiana. Nueve guerras civiles matizaron el siglo XIX en un continuum de violencias que fragmentaron la naciente República. Pero la experiencia de violencia estuvo acompañada de una variada proliferación de momentos de paz, armisticios, diálogos y exponsiones.

El siglo XX y los estertores del siglo XXI experimentaron menos guerras (dos expresadas en la llamada violencia comprendida entre 1946 y 1958 y el conflicto armado interno que inicia a mediados del siglo XX y finaliza -en teoríael 26 de septiembre de 2016), acompañadas por 10 experiencias de paz desde los años 50 hasta nuestros días.

Este continuum de guerras y paz nos llevaron al acuerdo internacionalmente aclamado, paradigmático en temas como la prioridad de las víctimas, la perspectiva de género y la lectura subnacional, entre otras.

Más allá de las cifras -nada favorables al Estado, las cuales señalan un lento proceso en temas como la realización de proyectos productivos, miembros de las FARC asesinados luego de la entrega de las armas-, perfilan la necesaria pregunta: ¿el acuerdo de paz logró ser el pacto social para la Colombia del siglo XXI?

La paz como acuerdo logró desmovilizar a la guerrilla, transformó proyectos bélicos en partido político, construyó la imagen de que era posible fraguar décadas de violencia en proyectos de negociación; la esquiva paz se impuso
como discurso y permitió el origen a instancias como la Jurisdicción especial de paz, la Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición y la Unidad de búsqueda de personas dadas por desaparecidas.

A pesar de ello, un fuego amigo institucional, unas redes de poder gris e ilegal en los territorios, un histórico desinterés social ante las víctimas del conflicto y una reorganización de estructuras paramilitares y narcotraficantes han fraguado un acuerdo de paz que se nos escapa de las manos.

Nuevos teatros de guerra nos llevan a preguntarnos si el acuerdo de paz logró desestructurar las lógicas de la guerra. La paz como pacto social no logró instalarse en la vida cotidiana de la sociedad y con ello, un nuevo proyecto de guerra se engendra a puerta cerrada de partidos y élites regionales.

La esquiva paz se archiva para futuros discursos; el tiempo de la guerra retoma la batuta electoral, y la sociedad obnubilada con los cánticos de las violencias, se alista a votar con el prisma renovado del enojo, el enemigo interno y la pacificación como el centro de agenda programática.

*Docente Universidad Católica de Pereira

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