Mercaderes de pasiones, odio y contiendas electorales
Autor: John James Gómez Gallego
- marzo 28, 2025
En 1915, Freud advertía acerca de su desilusión pues, a pesar de los grandes avances civilizatorios, “extranjero” y “enemigo” seguían confundiéndose en un solo concepto. Han pasado 110 años y la desilusión no cesa.
Aclaro que el concepto de “extranjero” no debe reducirse aquí a la diferencia establecida a partir de sentimientos patrióticos o nacionalistas. Para cada uno los demás también cuentan como extranjeros, en especial cuando no comparten nuestras creencias, ideales y modos de ver la vida.
Si bien es cierto que la sociedad parece hoy más tolerante con la diferencia y la singularidad, hay algo que resiste ante ello y puja por retornar, con mayor fuerza, a través de voces que invocan la maldad supuesta a los otros como un importante signo de valor en el mercado de las pasiones, en cuyo seno el odio existe como un capital privilegiado.
Sirviéndose de ese capital, diversos grupos y partidos políticos compiten en las contiendas electorales. Y, si algo nos ha mostrado la historia reciente, es que el odio como capital político, cuyo auge crece exponencialmente en la era digital, capta más votos que la calidad de los programas de gobierno o los debates racionalmente orientados sobre problemáticas cruciales que, en principio, deberían ocupar el centro del interés de los ciudadanos.
En esa “bolsa de valores” pasionales se compran y venden acciones a diestra y siniestra. Y cuanto mejor definida esté “la marca” del extranjero que debe ser tomado como enemigo, y más se degrade su imagen, más en alza estará el valor de “la marca” promovida por quienes, sirviéndose del odio como capital, harán todo lo que esté a su alcance para triunfar en las urnas. Se trata, entonces, de un sofisticado régimen de significación.
En esa hoguera de pasiones, al parecer, no hay quien se salve. La mayoría han sucumbido ante lo seductor del odio como capital. De extremo a extremo, pasando por el centro, cualquier atisbo de una ética responsable en el ejercicio de la política es triturado por las fauces de los mercaderes de pasiones.
Se avecinan tiempos de campañas electorales y con ellas una prolífica cosecha de especialistas en la autogestión del yo que caminarán condescendientes por los barrios más pobres, vendiéndose a sí mismos como salvadores de los “desvalidos” y, al mismo tiempo, como “víctimas” de aquellos otros, extranjeros, que encarnan al “enemigo” a tomar como objeto de odio.
Así las cosas, mejor estar advertidos, pues, aunque soldado avisado sí muere en guerra, solo nos queda esforzarnos para no terminar convertidos, una y otra vez, en moneda de cambio en el ominoso mercado de las pasiones.
*Docente Universidad Católica de Pereira