LOS TALES ATEOS NO EXISTEN
Autor: Padre Diego Augusto Arcila Vélez
- marzo 16, 2016
Los fundamentalismos son peligrosos vengan de donde vengan, hoy no se deberían admitir ni en el aspecto cultural, político y mucho menos en la religión. Ser fundamentalista y caer en ello, es pensar que lo mío es lo más importante y que son sólo mis derechos y mis formas de ver los que priman por encima de la universalización de las teorías y las prácticas de la sociedad.
La idea de Dios es tan antigua como lo es el hombre, no es un invento del ser humano. Dios es principio motor de la creación y en su misterio absoluto nos creó e hizo su presencia entre nosotros.
Bastaría mirarnos para saber que somos complejamente bien organizados, nuestra “trabazón” física y biológica es un milagro de un Ser Superior que así lo quiso. Dios ha sabido combinar su bondad y la ha participado al cosmos, la naturaleza, los reinos y por supuesto al género humano.
Así lo han reconocido las culturas milenarias, las medianas y las más contemporáneas. Está evidenciado que cuando una cultura o un grupo social dan la espalda a Dios, adolecen de un principio vital y generan más caos y tiranía. Así lo afirmó el gran filósofo Pascal: “Dios es una gran apuesta, con Él nunca se pierde” (pensamientos).
Que quiten todo lo que representa a Dios en las capillas o centros de culto donde siempre y desde siempre ha existido no es el problema, el problema es la rabia y la prepotencia con que un grupo de respetables ciudadanos sin aplicar la pedagogía correcta y amparándose en los artículos de la Ley colombiana -que hizo desde el 1998 a nuestro país un Estado laico-, no saben ni quieren comprender que con o sin esta clase de prácticas, nuestro país es eminentemente católico, apostólico y lleno de una profunda fe. En Colombia los creyentes
sabemos respetar los espacios y tiempos sagrados, y vivimos civilizadamente nuestra adhesión a Dios.
Los ateos no existen, muestra de ello es que se preocupen tanto por demostrarlo –en este caso de nuestra Ciudad- con métodos poco convencionales, interesados por capillas y centros de culto, queriendo hasta reducir la presencia de la fuerza pública en las procesiones que se avecinan.
Invito a aquellos que “creen que no creen” a una discusión académica civilizada y densa como este tema lo merece.
Cuestión de cultura teológica y religiosa, no de rabia social y protagonismo.
*Rector Universidad Católica de Pereira