INFAMIA, LOS NIÑOS WAYÚ SE MUEREN DE HAMBRE
Autor: Universidad Católica de Pereira
- febrero 17, 2016
Podría sonar inverosímil que mientras se avanza en un proceso de paz en la Habana, en Colombia, concretamente en una región muy bella pero sufrida como la Guajira, los niños wayú se mueran de física hambre, situación de la que son responsables los guerrilleros y políticos que hoy están en Cuba.
Los guerrilleros porque en nombre de una revolución -ya perdida- que se convirtió en un sucio negocio de narcotráfico, han desplazado a campesinos e indígenas de sus tierras.
Los políticos porque se apoderaron de la cuota alimentaria de los niños de estos departamentos a través de las llamadas “mermeladas” que siempre han existido y de las cuales exprimen hasta el último peso –recordemos las cuotas del ICBF que se entrega en todos los departamentos a los parlamentarios de turno-.
Según el último informe de la asociación Banco de Alimentos, en Colombia se pierde un millón trescientas cuarenta y seis mil toneladas de comida debido a la falta de vías modernas para que los campesinos puedan sacar sus productos; por los abusos en los fletes del transporte; por la poca conciencia en los hoteles y grandes superficies de supermercados para no dejar vencer los productos; por la primitiva cultura de saber alimentarnos bien – muchas harinas, grasas y pocas frutas-, y lo peor porque no sabemos servirnos con moderación y desechamos la comida en los hogares y restaurantes.
Este panorama nos hace a todos de alguna manera responsables no sólo de la muerte de nuestros niños en la Guajira sino de las muchas situaciones sociales que se viven por falta de alimento: violencia, atracos, desnutrición, inasistencia a la escuela, colegio y universidad; pues no comer permite que los niños y jóvenes no se concentren en sus actividades académicas y genera un terrible sufrimiento, pues el no tener que comer o alimentarse mal es una de las sensaciones más difíciles y limitantes en el ser humano.
Este tiempo de Cuaresma que vive la Iglesia nos invita a compartir con el que tiene hambre o sed, con el que está desnudo, con el que está abandonado y solo; no podemos ser insensibles, debemos cambiar.
Comámonos lo que es justo, lo demás compartámoslo con el que lo necesita, no desperdiciemos nada.
No más niños muertos por hambre, mientras en el Palacio de Nariño compran almendras por 14.000.000 de pesos para ofrecer en las juntas de ministros y mientras en la Habana fuman habano y toman ron.