Extraños llamando a la puerta
Autor: María del Pilar Ospina Grajales
- octubre 22, 2021
Las fotos de migrantes tratados como animales de caza, perseguidos, maltratados, asesinados, violentados, encarcelados y marginados, son las imágenes que mejor reflejan nuestro fracaso como humanidad.
La crisis migratoria actual, producto de causas económicas, políticas o ambientales, es uno de los fenómenos contemporáneos que no sólo confronta nuestra moral y ética como sociedad, sino también, la capacidad real de los Estados para asegurar los Derechos Humanos más allá de las retóricas y los discursos; el abuso contra migrantes, expone las contradicciones entre los discursos liberales y progresistas de la globalización que abren las fronteras para los capitales, bienes y mercancías, pero nunca, para los seres humanos y, nos muestra con claridad, las diferencias y brechas entre el Sur y el Norte global.
Ese sur global es el origen (productor) de esos seres trashumantes, que deambulan y exponen su vida en caminos dantescos y fronteras con selvas, desiertos y mares inhóspitos, con cercos humanos más peligrosos que los
naturales, redes de trata de personas, extorsionistas y frentes de seguridad fronteriza con la única orden de asesinar y contener el paso de esos “Nadies” como bien los nombró Eduardo Galeano, los hijos de nadie, los dueños de nada, los ningunos, los ninguneados, los invisibles, los sin nombre, esos que en busca del paraíso al que nunca llegan, soportan el purgatorio del que atrás queda la nostalgia de una patria nada digna de ellos, una familia, un hogar, un nido tibio y una historia que como añoranza, parece seguir siendo la única razón para continuar creyendo que algún día, algún mágico día, llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte.
Sin esa suerte que ni como llovizna caerá, hagamos en el día a día, en el encuentro con ese otro distinto por el azar de la nación, con esos extraños que llaman a la puerta (como bien los nombró Bauman), que lo poco que nos queda de humanidad se dignifique, que la fraternidad no tenga fronteras, que esos “nadies” por fin sean alguien, que por fin sean nosotros.
*Docente Universidad Católica de Pereira