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Ese “bello” delirio de la libertad:Breve crítica a la idea de autodeterminación

Autor: John James Gómez

La idea de la libertad suele presentarse bajo la forma de un “bello” delirio. Las aspiraciones comunes al respecto están atadas con frecuencia al desconocimiento de que hay Otredad. Debido a ese desconocimiento se cree que la libertad puede expresarse como una absoluta autodeterminación. Las frases de autoayuda, el coaching y las TV compras se valen de ello para ganar popularidad y clientela entre los menos advertidos: ¡y vaya que lo consiguen!

Pero no existe esa absoluta autodeterminación. Las condiciones mismas de la naturaleza, el universo simbólico del lenguaje, se nos imponen muy a pesar de nuestros intentos de control. Por supuesto, tenemos márgenes de libertad, pero jamás un completo dominio. Por otro lado, como lo demuestra el psicoanálisis, a pesar de nuestra consciencia y voluntad, existe una búsqueda de satisfacción que nos empuja constantemente a elecciones forzadas, inconscientes, con las que la mayoría no sabemos cómo hacer y que pueden resultar insoportables cuando se presentan como repetición de un fracaso o de alguna forma de horror. Finalmente están los otros, quienes nos demandan algo: amor, obediencia, silencio, sacrificio, felicidad… y tantas otras cosas.

Tal como lo supo indicar Peter Berger, la libertad no es la ausencia de causalidad o determinación, sino un modo particular de ellas. Sin embargo, el desconocimiento, cuando no la incomprensión de este punto, promueve en nuestros días formas de rechazo del lazo social y un deseo constante de eliminación de los otros y de lo
Otro, es decir, una búsqueda de aniquilación, a veces metafórica, a veces literal, de su derecho a existir.

Así, el único pacto que se considera válido es el que cada uno cree justo de acuerdo a sus propios ideales, confundiéndose así justicia con capricho. De allí que el justo reclamo por la igualdad de derechos resulte tan molesto, en no pocas ocasiones, para buena parte de los más notables moralistas, pues no hay nada que les parezca más inmoral que la legitimidad de la diferencia y la diversidad; juzgan esa otredad como inmoral, extraña, anormal e, incluso, antinatural, con lo que olvidan que eso que los seres humanos llamamos cultura es, en sí misma, contra natura.

Se trata, pues, de una cuestión sumamente compleja. La libertad conlleva necesariamente altas cuotas de incomodidad y de responsabilidad. Y eso se distancia significativamente de aquel “bello” delirio de la libertad vista como absoluto placer individual, como plenitud y autodeterminación más allá de toda ley, de toda
Otredad. Y constatamos, una y otra vez, que el ejercicio de la libertad siempre nos exige bastante más que lo que creemos desear o estamos dispuestos a dar a cambio.

*Docente Universidad Católica de Pereira.

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