¿EDUCAR PARA LA VIDA? o ¿FORMAR PARA VIVIR?
Autor: Daniel Ospina
- septiembre 7, 2018
Es habitual el uso sinonímico de las palabras educar y formar, pero cuando un maestro profundiza en sus diferencias puede justificar su manera de enseñar y evaluar lo que conllevan sus prácticas pedagógicas. Educar es lo que observamos, conducir en el conocimiento, desarrollo de facultades intelectuales y morales. El maestro que educa se guía por lineamientos y estándares curriculares; estos emiten las competencias que deben desarrollar sus estudiantes y los conocimientos que deben adquirir para lograrlos. Para saber si en realidad educa, acude a pruebas que aplica con igualdad, pero no dan cuenta de una equidad en el reconocimiento del aprendizaje.
El maestro que educa ante la pregunta de un estudiante sobre ¿para qué sirve lo que enseña?, responde que en algún momento de su vida lo llegará a necesitar, en un día o dentro de 100 años. Pregunto: ¿cuántas veces ha utilizado las partes de la célula?, ¿cuándo ha practicado la obtención del coseno de un ángulo?, ¿de qué le ha servido memorizar los símbolos de los elementos químicos?, con estas preguntas no se quiere anular la importancia de educar, por el contrario, es un buen complemento cuando se piensa en formar para vivir.
Educar para la vida es una incertidumbre espacial y temporal, quizás un posible ejemplo de inexistencia. Por el contario, formar para vivir es contextual e inmediatista. Para el maestro que acompaña en la formación a sus estudiantes, en palabras de Boaventura de Sousa, no existe un futuro que se expande, ni un presente que se contrae, se forma para vivir el hoy, para aprender en el mañana y desaprender al siguiente.
Formar no excluye el educar, pero va más allá de este objetivo. Es claro que en este sistema educativo se privilegia el segundo, la razón más simple para justificarlo es la posibilidad de pruebas normalizadas que cuantifican el nivel de educación, las pruebas SABER.
Determinar el nivel de formación para vivir va más allá. En una institución educativa se podrían evaluar los graduados, no solo por las respuestas a un test, podría analizarse: ¿cuántos de ellos no han cometido delitos?, ¿cuántos no consumen sustancias adictivas?, ¿cuántos conformaron hogares estables?, ¿cuántos realizan trabajos con comunidades?, preguntas que den cuenta de cómo fueron preparados para vivir y no simplemente de un
conocimiento.
La labor del maestro es más compleja y al mismo tiempo gratificante. La educación no puede ser neutra, debe tomar partido, es acción más reflexión, entiende que la realidad no es así si no que está así, promueve la verdad y la liberación; como lo dice Paulo Freire: “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”.
*Docente Universidad Católica de Pereira