DE LA PERSONA Y LAS IDEAS

Autor: Antonella De Salvo

En un mundo que ha renunciado a la búsqueda de la verdad, resulta cada vez más frecuente hallar académicos, políticos e intelectuales convencidos erróneamente de que la persona se reduce a sus ideas. Así, creen que descalificar al individuo equivale a combatir su pensamiento.

Luigi Giussani, obispo italiano, aborda esta cuestión en educar es un riesgo. Allí define la tradición como el legado heredado que fundamenta nuestro sistema de conocimiento y convicciones, pero advierte: esa tradición debe, en algún momento, enfrentar una crisis.

El término crisis proviene del griego krino («cribar» o «separar»). Aunque a menudo le conferimos un sentido dudoso u negativo, es ante todo una expresión de la genialidad humana que hay en nosotros, dirigida toda ella a descubrir el ser y los valores y a penetrar el sentido original de lo que nos define. Por tanto, el individuo, en la medida en que es inteligente y vivo, sopesa y criba: la crisis es la toma de conciencia de la realidad que nos constituye. Este es el primer paso para el autoconocimiento y para una aproximación crítica al mundo.

Si entendemos el diálogo como encuentro con el otro, hemos de admitir que ese «otro», portador de una tradición diferente a la nuestra, a menudo suele ponernos en crisis, se nos presenta como amenaza que desafía nuestras certezas, suscitando un instinto de defensa.

He aquí la síntesis: si la crisis —entendida como ese examen interior de la propia tradición— no precede al diálogo, quedaremos bloqueados por el influjo del otro o, peor aún, reaccionaremos con una rigidez irracional, usando la descalificación personal como «estrategia» para defender nuestras ideas.

Giussani subraya que la democracia es, ante todo, convivencia: reconocer que mi existencia implica la del otro. Su instrumento es el diálogo —no como monólogo disfrazado, sino como propuesta al otro de lo que yo veo y una atención a lo que el otro vive, porque estimo su humanidad. La democracia y el conocimiento, por lo tanto, deben basarse internamente en la caridad, es decir, en el amor al hombre y a la verdad. Esta es la apertura característica de la conciencia cristiana, que afirma la naturaleza humana por encima de cualquier ideología y que proclama como ley de las relaciones la afirmación de la persona y de su libertad.

* Docente Universidad Católica de Pereira.

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