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Cuaresma camino por el desierto

Autor: Iván Buitrago Márquez

Caminamos por el sendero de nuestra vida que se traza en todo tipo de terrenos, unas veces tan llanos que plácidamente nos podemos desplazar, otros tan pendientes que con dificultad los recorremos.

Todo ser humano en su caminar por la vida ha experimentado oscuridad, cansancio, desánimo e incluso ha podido llegar a un estado de desesperanza, quizás hemos dado vueltas en el mismo sitio cuando la oscuridad que producen nuestros deseos no satisfechos nos hacen perder el rumbo para seguir avanzando, sentimos frustración al no conseguir todo lo que deseamos, y es posible entrar en un estado de aridez espiritual, experimentamos un verdadero desierto donde salen a flote, las angustias, las tristezas, los miedos, sentimientos que muchas veces nos cuestan exteriorizar.

Todo deseo conduce a un desierto porque genera contradicción entre la lucha por el querer y la facilidad del conseguir, es un combate que existe aunque sea difícil de reconocer, todos nuestros esfuerzos pueden estar orientados a conseguir el deseo anhelado, pero esto no significa que será conseguido, así se inicia nuestro desierto: divagando, sintiendo ansia, sed y necesidad de búsqueda, tratando de encontrar un camino que se esconde entre las sombras de nuestros propios deseos y la imposibilidad de hacerlos realidad.

El desierto no es solo el descarte, el abandono y el sin sentido, es un estado donde los deseos se confrontan, es un espacio de purificación que despierta las ganas de vivir, nos hace entrar en la búsqueda del camino para seguir avanzando, el desierto no es un lugar para quedarnos, es un lugar de paso, es una oportunidad para preguntarnos: ¿cómo son mis deseos?, ¿qué pasa conmigo cuando las cosas no salen como quiero?, y ¿qué tan capaz soy de modificar y de purificar mis deseos?, estas preguntas nos deben llevar a una reflexión profunda en un tiempo propicio.

La Iglesia Católica está viviendo la Cuaresma, un tiempo litúrgico que nos lleva a través de nuestros propios desiertos, que nos permite escucharnos en el silencio y tener la oportunidad de interiorizar, de revisar las miserias materiales, morales y espirituales, de hacer más cercanos nuestros deseos a los anhelos que Jesús tiene para nosotros, es un tiempo propicio para reparar y recomponer las relaciones con los demás, para volver a pasar por el corazón de nuestra profunda identidad, ser hijos del Padre Celestial, identidad que nos hace hermanos de todos.

La Cuaresma es un nuevo impulso para retomar la oración, la sacramentalidad y la caridad, así encontramos el camino para salir de nuestros desiertos “Yo soy el Camino la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), el camino es Jesús.

*Diácono Diócesis de Pereira y docente de la Universidad Católica de Pereira

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