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CERO PÓLVORA

Autor: Universidad Católica de Pereira

Las fiestas navideñas nos invitan a reunirnos en familia, compartir el tiempo con nuestros seres queridos y disponer de lo mejor para vivir y hacer vivir a todos los que nos rodean una maravillosa experiencia de Navidad y Año Nuevo. Todo en este tiempo debe ser una oportunidad para reflexionar, para avanzar, para elevar una oración desinteresada y propicia a Dios Todo Poderoso que nos ama y nos cuida.

Es por eso que situaciones que puedan entorpecer este propósito deben desaparecer de nuestras actividades, una de ellas es la comercialización, manipulación o uso de la pólvora. Son enormes los perjuicios que este elemento producen sobre todos, especialmente cuando nuestros niños por juego, curiosidad o simple diversión la usan en cualquiera de sus presentaciones (velitas, chispitas, chorrillos, voladores, entre otros) y se pueden dañar su
cuerpo para toda la vida.

La ley reglamenta la manipulación de este elemento nocivo. En ocasiones son los niños los que la usan muchas veces –lastimosamente– incitados por los propios mayores que los dejan, los motivan o les celebran el que sepan quemar esta peligrosa mercancía. Es bueno advertirles a los mayores irresponsables, que si un niño llega a sufrir quemaduras, son ellos los mayores-, los que deben pagar con cárcel este atentado y descuido de nuestros infantes.

La pólvora como las motocicletas se las inventaron los chinos, no se sabe cuál de las dos es más peligrosa; con respecto a la primera que es la que nos ocupa, ésta se utilizaba en las guerras que libraban hace millones de años por las conquistas de las tierras y el dominio de los pueblos. La pólvora es un elemento de guerra, no de paz, es para asustar y atentar contra el enemigo, su naturaleza inicial es amedrantar y producir zozobra y escozor, no unión y felicidad. Es la pólvora en su misma composición química la que invita a quemar todo cuanto toca, a destruir y a sembrar llanto y tristeza.

Si amas a los tuyos no les invites a usar lo que puede producir una huella de terror y muerte, que ni una “chispita” cojan entre sus manos tus hijos durante esta Navidad. Quema mejor en tu corazón y con la ayuda de Nuestro Señor Jesús tus envidias, rencores, odios y miedos; que la única quema sea la de tu corazón triste, para que lo enciendas por un corazón esperanzado y alegre.

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