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ADVIENTO TIEMPO DE ESPERA

Autor: Pbro. Anuar Elián Monsalve García

Estamos empezando el tiempo de Adviento, el término “Adviento” viene del latín adventus que significa venida, llegada. Este tiempo está constituido por cuatro domingos que nos orientan a la preparación de la Navidad, es uno de los tiempos más cortos del año litúrgico y nos congrega a esperar y a prepararnos para el acontecimiento del misterio encarnado.

En esta dinámica de la venida del Hijo de Dios, en la historia, podemos experimentar tres venidas donde se vislumbra el misterio divino: la primera venida: Belén, vemos al niño pobre, humilde, en un pesebre pues, no había
lugar para Él en la posada. La segunda venida: La Parusía como la llama el Apóstol San Pablo, es una venida en poder y majestad acompañada de infinita misericordia. La tercera venida la podemos llamar la venida intermedia, son las constantes venidas de Dios al mundo. Cada vez que oramos, cada vez que vivimos los sacramentos, cada vez que practicamos la caridad con los demás Dios viene a nosotros. Podemos decir que Dios no es el Dios de las ausencias sino de las presencias.

El tiempo de Adviento activa la espera por la “tensión activa” de la llegada. ¿Cómo debemos esperar? Es un interrogante un poco complejo. Pues hoy el hombre no sabe esperar, no quiere esperar, está inmerso en el inmediatismo y no hay tiempo para lo esencial. A lo importante lo llama insignificante y a lo insignificante lo llama importante. A las cosas las trata como personas y a las personas como cosas. Estamos en el tiempo de la impaciencia. Las familias ya no esperan, ya no se reúnen, cada cual está en su zona de confort y les cuesta
salir de ahí. Los esposos ya no esperan, se están cansando de amar, la rutina y la costumbre se está encargando de herir las paredes de la relación y están entrando en un alarmante estado de letargo. Los jóvenes inmersos en el
mundo efímero de la tecnología, llenos de amistades virtuales, ya no tienen contacto con el mundo real, interactúan formidablemente en las redes sociales pero ya no saben mantener un diálogo con un tu distinto a el mismo. De igual manera ya no esperamos en Dios, lo vemos como alguien que aliena la vida y entorpece el caminar. Hoy el hombre ha eclipsado a Dios. La venida activa la espera. Al respecto dice el Salmista: “Mi alma espera en el Señor, espera en su Palabra” (Sal 130), ¿Cómo debemos esperar? Desde adentro, con una vida
espiritual seria, intensa, activa, dejando los exteriorismos y viviendo con conciencia, solo el que sabe esperar disfruta de la llegada.

*Coordinador de la Pastoral de la Universidad Católica de Pereira

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