50 AÑOS DE MARIPOSAS AMARILLAS
Autor: Padre Diego Augusto Arcila Vélez
- junio 15, 2017
No exagero y lo digo con sencillez que he leído tres veces en mi vida la obra cumbre del Nobel Gabo, Cien años de Soledad. La primera en el colegio en el bachillerato, la segunda en mis estudios de sacerdocio y la tercera en Europa, en un verano de esos de 45 grados, concretamente en un pueblo llamado Alcasser a orillas del mar Mediterráneo, zona costera como la descrita en la obra, pero absolutamente distinta en contexto y maneras de ver la vida.
Macondo es un pueblo de los nuestros que atraviesan la colonización, las casas grandes y con patios, los caminos polvorientos que al contacto con el pie del campesino saben sentir la tierra y abrazarla en un concierto de un mundo que clama que lo cuiden y lo promuevan en su ecosistema.
El pueblo se divierte y espera el circo, aquel que en la fantástica “telaraña imaginativa” del Nobel trae un espectáculo de hielo, no para deslizarse sino para mostrar que lo inventaron y que él –el hielo- es el maravilloso antídoto ante los calores de las fatigas de los que cortan el plátano, de los que cultivan las palmeras, de los muchos pescadores y del calor de justicia de los Buendía que generación tras generación esperaban conquistar el corazón de la caña, el amor pasional de las mujeres que llegaban a Macondo a vender sus cuerpos y ante todo apagar el fuego de una “maldición” que no podía dar a luz “una criatura con cola de cerdo”, que sería el final de la descendencia del ilustre José Arcadio Buendía y su sufrida y llena de carácter “Úrsula Iguarán de la Santísima Trinidad y Remedios”.
Las caravanas, los mercaderes, las muchas noches de pasión que dieron luz a tantas y tantas generaciones impregnadas de incestos “malditos”, son refrescadas por la presencia de unas mariposas amarillas que como el hielo, como las armas “mohosas” del coronel o el delantal con el cual sube la última y primera de las “Úrsula” –Remedios la bella- asunta al cielo en cuerpo y alma, marcan la grandeza de la obra que en el fondo señala la “desfachatez” de una sociedad de ayer y de hoy que necesita urgentemente colocarse en camino para conquistar la mente y el corazón de una Colombia que debe salir de su “embrujo” de guerra y valorar definitiva y de una vez por todas la paz, como un “Macondo” universal que reclama a gritos honradez, justicia y verdad.
*Rector Universidad Católica de Pereira