2025

ChatGPT no es tu terapeuta: la ilusión de curarse con un clic

Autor: Carlos Andrés Hurtado Díaz septiembre 26, 2025 Vivimos en una época en la que la inmediatez parece ser la vara que mide el valor de las cosas. Queremos respuestas rápidas, alivio instantáneo y soluciones empaquetadas en pocos clics. En ese escenario, no es extraño que muchos recurran a herramientas como ChatGPT, podcasts motivacionales o charlas en redes sociales como sustitutos de la terapia.  La tentación es comprensible: es gratuito, está disponible las 24 horas y ofrece respuestas coherentes. Sin embargo, esta aparente comodidad encierra un riesgo profundo: la ilusión de que la palabra automática puede reemplazar el proceso terapéutico. La terapia, en su sentido más serio, implica un encuentro humano en el que se despliegan la escucha, la transferencia y la posibilidad de elaborar el sufrimiento de manera singular. No hay fórmulas generales que apliquen de igual modo para todos, porque cada persona llega con su propia historia, con marcas inconscientes, con síntomas que no siempre se comprenden en la superficie. Lo preocupante es que esta ilusión de inmediatez se suma a una tendencia social peligrosa: la banalización del sufrimiento. Muchas veces se dice “solo necesitas cambiar de actitud”, “sé positivo”, “escucha este podcast y te sentirás mejor”. El dolor psíquico, sin embargo, no desaparece con frases motivacionales ni con respuestas automáticas.  Al contrario, cuando se posterga el verdadero trabajo de elaboración, suele reaparecer con más fuerza en forma de ansiedad, depresión o en síntomas que invaden la vida cotidiana. Además, hay un efecto cultural que merece atención.  Pero lo que se pierde es la dimensión ética y relacional de la terapia: la construcción paciente de un espacio donde alguien se siente escuchado, confrontado y acompañado en su singularidad.  En otras palabras, lo que se reemplaza no es solo el servicio de un profesional, sino la experiencia profundamente humana de un encuentro que transforma.  El problema surge cuando se confunden con la terapia misma y se convierte la salud mental en un asunto de consumo rápido. El reto, entonces, es recordar que no hay atajos para comprender el propio sufrimiento ni para elaborar la historia personal.  La terapia exige tiempo, implica incomodidad y confrontación, pero justamente allí radica su potencia. Confiar en sustitutos tecnológicos puede dar la ilusión de control, pero termina reforzando una cultura del desecho: también desechamos nuestra propia experiencia de dolor en vez de atravesarla. La pregunta que deberíamos hacernos no es si ChatGPT puede reemplazar a la terapia, sino qué nos dice de nuestra época el hecho de que queramos reemplazarla. Tal vez la verdadera urgencia no esté en encontrar respuestas rápidas, sino en recuperar la paciencia para escuchar y ser escuchados *Docente Universidad Católica de Pereira

Inteligencia artificial: ni tan nueva, ni tan ajena

Author: Daniel Eduardo Restrepo Sánchez septiembre 19, 2025 La inteligencia artificial (IA) no es una invención de la última década, aunque parezca haber surgido de la noche a la mañana. Desde hace más de medio siglo, los científicos soñaban con máquinas capaces de imitar la inteligencia humana. Lo que cambió fue el impulso que recibió gracias al aumento del poder computacional y a la mejora de los algoritmos, dejando de ser un asunto propio de las películas de ciencia ficción para convertirse en una herramienta cotidiana. Hoy, sin darnos cuenta, usamos IA al buscar una ruta de viaje en el celular, al utilizar filtros en redes sociales o al recibir recomendaciones de series.En Colombia, sin embargo, pareciera que la IA todavía no hace parte de nuestras prioridades laborales. De casi 294.000 ofertas laborales disponibles en la Agencia Pública de Empleo, solo un 0,1% exige conocimientos específicos en esta área. Pero que no nos engañen los números: la influencia de la IA va mucho más allá de los cargos tecnológicos. Profesores, comerciantes,  diseñadores,  financieros… todos empezamos a convivir  con herramientas que hacen más eficiente nuestro trabajo, desde automatizar reportes hasta crear presentaciones con un clic.Como ocurrió con la electricidad o el internet, la IA aumenta la productividad, pero también obliga a un cambio profundo. En el mercado laboral, algunas ocupaciones desaparecerán, otras cambiarán y surgirán nuevos perfiles que antes no existían. No se trata de un reemplazo inmediato ni masivo, sino de un proceso paulatino. La clave está en prepararnos: aprender a convivir con la IA, a sacarle provecho, y a usarla con criterio. Es cierto que estas herramientas no piensan ni crean como un ser humano. Les falta intuición, sensibilidad y contexto. Pero sí pueden ayudarnos a pensar mejor, a ahorrar tiempo y a explorar nuevas ideas. ChatGPT, por ejemplo, es buena para escribir textos, generar ideas o programar; Claude analiza documentos complejos; Perplexity se enfoca en buscar información precisa con fuentes confiables; Gemin combina texto, imágenes y videos para presentaciones; Grok responde con rapidez y precisión. Usadas juntas, estas inteligencias se vuelven verdaderos asistentes digitales. Y hay más: NotebookLM organiza datos de forma interactiva, Leonardo genera arte, Google Studio AI apoya en diseño visual, y Genspark automatiza tareas. Ninguna reemplaza al ser humano, pero todas pueden potenciarlo. El reto está enaprender a usarlas con responsabilidad, especialmente en la educación, donde el rol del docente es clave para guiar el aprendizaje de estas herramientas. La IA no es tan nueva, ni tan lejana. Está aquí, al alcance de todos. La pregunta no es si llegará a nuestras vidas, sino cómo decidimos integrarla. *Docente Universidad Católica de Pereira

La Educación y el sentido de la vida.

Autor:  Jhoana Edilsa Molina Parra septiembre 12, 2025 Todos en algún momento de nuestra existencia nos hemos preguntado por el sentido de nuestras vidas, desde Sócrates, Sartre, Nietzsche, Albert Camus hasta Víctor Frankl; generalmente lo otorgamos a cuestiones externas como el trabajo, la posición económica, una pareja, aspectos materiales, entre otros. Sin embargo, pocas veces tenemos la capacidad de mirar hacia adentro y encontrar el propósito que cada uno anhela poseer en la vida; no es una tarea fácil, de ser así, no existirían tantas personas con depresión ni altos índices de afectaciones en la salud mental, al límite del suicidio, encontrando, por ejemplo, que a febrero de 2025 ya se habían presentado más de 400 casos en Colombia, según el reporte de Medicina Legal.   Este panorama revela un vacío enorme en la formación humana, que prepara a los individuos para afrontar las situaciones límite de la vida; la cual tiene lugar en escenarios de educación como la familia, los grupos sociales y las instituciones educativas, desde primera infancia, hasta los campus universitarios, cuya realidad es que el 55% de los jóvenes acceden a la educación superior es decir, más del 40% de población joven, queda fuera de las oportunidades educativas donde puede fortalecer sus habilidades psico-socio-emocionales, asociadas a la formación académica y profesional, siendo ésta una tarea inherente de la educación formal.   Entiéndase que la etapa de desarrollo entre la adolescencia y la adultez joven se caracteriza por la confusión, el desconocimiento, la búsqueda de identidad, la exploración constante, la necesidad de pertenencia, entre otras. Esto hace vulnerables a los jóvenes que no han contado con un contexto base fortalecido, por lo que se exponen a mayores riesgos de tomar decisiones desacertadas, alejadas del descubrimiento de un sentido de vida propio, coherente con su individualidad, el conocimiento personal y reconocimiento de sus propias habilidades y sus potencialidades.   Para concluir; la reflexión se centra en la posibilidad de reconocer las dimensiones humanas de manera trasversal en los procesos de formación, dado que son aquello que nos compone como individuos, que configura nuestro ser personal, como el ser físico, familiar, socio-cultural, espiritual, ambiental, productivo, político entre otros; estas dimensiones posibilitan un reconocimiento situacional en el mundo que habitamos, por tanto otorgar el propósito de vida a la luz de las dimensiones humanas, corresponde a la forma en la que cada uno de nosotros interpreta desde la propia subjetividad, lo que éstas significan, a partir de las experiencias vitales de cada individuo, de ahí el papel con sentido que debe tener la educación, desde el quehacer de cada maestro, para acompañar a nuestros jóvenes en el descubrimiento de su propio sentido de vida. *Docente Universidad Católica de Pereira.

Los retos de la revolucion 5.0

Autor: Andrés Henao Rosero octubre 9, 2025 Actualmente nos encontramos en la Revolución 4.0, que marcó un hito en la formacomo realizamos las cosas tanto en el ámbito laboral como personal, definidaoficialmente en el 2016 en el Foro Económico Mundial por su director KlausSchwab, la cual no solo cambia la forma en la que hacemos las cosas sino lo quesomos, esto por la integración que tienen los sistemas tecnológicos con lossistemas biológicos y sus diferentes componentes: Fabricación Aditiva (Impresión3d), Sistemas de Integración Horizontales y Verticales, Ciberseguridad, RealidadAumentada, Computación en la Nube, Robots Autónomos, Internet Industrial delas Cosas, Big Data y Análisis, Simulación e Inteligencia Artificial.Cuando hacemos un análisis de cada una de las revoluciones que han acontecido,cada vez el tiempo que pasa entre estas revoluciones es menor, de la primera(Mecanización Energía de Vapor Telar) a la segunda (Producción de Masa Líneade Montaje Energía Eléctrica) 84 años, de la segunda a la tercera (AutomatizaciónComputadoras Electrónicas) 99 años y de la tercera a la cuarta (SistemasCibernéticos, Internet Redes), 47 años, mostrando que la tecnología cada vez vamás rápido pero más difícil su adopción en términos de aprendizajes, cambios demodelos, políticas y leyes.Actualmente estamos en los albores de la revolución 5.0 y no se pasará de estadécada para su oficialización pasando así solo 10 años entre la cuarta y quintarevolución, la cual se define como “las personas como el centro de todo”.Igualmente se define que en la actualidad los profesionales deben contar con lassiguientes habilidades: pensamiento analítico, resolución de problemas,creatividad, liderazgo, inteligencia emocional y habilidades de comunicación.También serán fundamentales la adaptabilidad, la resiliencia, el aprendizajecontinuo y la capacidad de trabajar en equipos multidisciplinarios, todos esto conmuy buenas habilidades digitales.Es así como cada vez toma más fuerza las habilidades blandas, las cuales sefortalecen con las relaciones, con el contacto humano, con los juegos de roles ydemás, que en gran parte se han ido perdiendo con el acceso a las diferentestecnologías, el acceso remoto y las redes sociales que dan voz a las personas sinmostrarse como verdaderamente son en lo físico y personal.Adicionalmente el aprender a utilizar de forma correcta la inteligencia artificial, lacual no es para reemplazarnos, sino para agilizar los procesos que son tareasrepetitivas y hacer que nosotros como humanos tomemos mejores decisiones,pensemos estratégicamente, revisemos los sentimientos, siendo cada vez máshumanos, siendo super humanos con más tiempo para los temas personales. *Docente Universidad Católica de Pereira

Humanidad desconectada en tiempos de conexión

Autor: Lorena Chamorro agosto 22, 2025 La sabiduría popular del siglo XX mostraba el legado de una vida plena como el resultado de sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo; dejando huella en la naturaleza, ideas para el mundo y una parte de sí en otra persona. En el mundo actual, esos criterios de realización personal se transformaron en factores de medición de impacto en redes sociales, retos de tendencias virales, maratones de series y videojuegos en plataformas digitales de entretenimiento. En enero de 2025, la población total de Colombia era de 53.2 millones de personas, con un crecimiento interanual de 1.1%, según el informe del Digital 2025: Global Overview Report. Los usuarios de redes sociales eran 36.8 millones, con una dedicación diaria promedio de 3 horas y 25 minutos de interacción. El 89.5% de los 41.1 millones de usuarios de internet usa al menos una plataforma de red social; la más utilizada es WhatsApp, seguida de Facebook, Instagram y TikTok. El uso excesivo de los dispositivos móviles en los jóvenes, aunque les permite tener acceso a la información, también los expone a riesgos como acoso cibernético, bullying, noticias falsas, y adicción digital. Las personas entre 13 y 25 años prefieren mantenerse aislados conociendo el mundo a través del celular, interactuando con inteligencias artificiales y manifestando sus gustos en redes sociales a través de un ícono de pulgar arriba o de un corazón. Esa adicción digital impone retos en la capacidad casi nula de vivir sin estar conectados, sin saber si realmente es el celular quien controla al usuario. En consecuencia, son personas que prefieren pasar tiempo con su celular a tener una interacción que implique algún tipo de contacto social. Su comunicación se basa en menos palabras y más emojis, y su creatividad es reducida debido a la facilidad de consultar ideas con las inteligencias artificiales. No se desarrollan las habilidades blandas básicas, tales como, comunicación efectiva, trabajo en equipo, resolución de conflictos, pensamiento crítico e inteligencia emocional. Los efectos de esa adicción digital afectan la salud mental, y se empeora cuando el algoritmo muestra perfiles de supuestas vidas perfectas con viajes, nuevas comidas, familias siempre sonrientes y trabajos de ensueño; aumentando los casos de frustración que desencadenan la depresión y la ansiedad, tan comunes el día de hoy. El principal desafío es hacer un uso adecuado de la tecnología con los límites pertinentes para acercar a los que están lejos, sin alejar a los que están cerca; con inteligencias artificiales entrenadas con características cada vez más humanas, sin que se pierda la humanidad de los usuarios. Para lograrlo, es importante educar, recuperar vínculos reales y construir una sociedad más humana en la era digital *Docente Universidad Católica de Pereira

Palestina

Autor: Viviana Ramírez Loaiza agosto 8, 2025 “¿No cree que todo estaría bien si simplemente le dejan de enseñar a los niños a odiar?”. Hace 10 años en una entrevista sobre Gaza, le fue realizada esta pregunta a la periodista, poeta y defensora de Derechos Humanos Rafeef Ziadah. Ella guardó silencio. Tiempo después escribió un poema titulado “Nosotros enseñamos vida, señor”. Rafeef, descendiente de padres palestinos, acentúa en su poema “Cuento cien muertos, doscientos muertos, mil muertos. ¿Hay alguien ahí? ¿Escuchará alguien?”. Las cifras de cuerpos asesinados han logrado naturalizarse. La pedagogía de la crueldad de la que nos habla la antropóloga argentina Rita Segato cobra sentido en una suerte de inmovilidad ante cualquier sentimiento de empatía sobre las historias que hay detrás de estos cuerpos, entre ellos, cuerpos de niños, niñas, mujeres y adultos mayores. Esta pedagogía parece facilitarse cuando la guerra sucede en ciertas geografías, especialmente aquellas sometidas por historias de invasión y colonialismo. El escritor francés Frantz Fanon en su libro Los Condenados de la tierra, nos recuerda que el colonizador logra discursos y prácticas que le arrebatan los valores humanos a la comunidad oprimida, por lo que terminan siendo observados como cuerpos corrosivos que no merecen ser ni seguir siendo. Así, solo algunas identidades pueden ser reconocidas como seres humanos. Este proyecto colonial parece ajustar, inclusive, las reglas de la guerra, pese a la existencia de un Derecho Internacional Humanitario. Parece ser que el efecto de la herida colonial ha triunfado: hemos olvidado la condición humana del pueblo palestino. La crueldad se ha manifestado para dar paso a la monotonía de la guerra que convierte el sufrimiento, provocado por la injusticia, en un scroll cotidiano. “¡Nunca más la guerra!” declara el nuevo Papa León XIV. Sin embargo, para que eso sea posible debemos de construir cotidianidades ejercidas desde, en palabras de Rita Segato, “las contrapedagogías de la crueldad”. Rafeet, en una entrevista para la revista El Salto, nos recuerda que: “Palestina siempre ha tenido que ver con la poesía, porque así es como sobrevivimos (…) Seguimos contando nuestra historia”. Narrar historias nos permite quebrantar el mutismo emocional que impone la estrategia psicológica de la guerra. Para narrar, se requiere de lo sensible; requerimos una cotidianidad con poesía. Rilke nos ayuda con algunas palabras: “Deje que cada impresión y cada germen de sensación se complete enteramente en usted, en la oscuridad, en lo indecible, en lo inconsciente, en lo inaccesible al propio entendimiento”. Regresar al cuerpo sensible es una manera de reconectarnos con el asombro ante cualquier dolor humano. Las cotidianidades de los cuerpos sienten de nuevo la compasión. Así, lograremos acompañar al pueblo Palestino con una sonrisa después del gran cansancio, con un amanecer que consuele. Así, enseñaremos vida.

¿A qué se va a la universidad?

Autor: Cristian Bohórquez agosto 1, 2025 No obstante de la dignidad que por sí misma encierra la educación, considerar que esta facilita un mejor ingreso suele ser el principal motivo para incursionar en las aulas universitarias. Y aunque esta creencia parece entrar en crisis en nuestro siglo, muchos jóvenes que sueñan con un empleo digno y profesionales que anhelan un salario mejor siguen confiando su proyecto de vida al curso de pregrados y posgrados. Sin embargo, no es el económico el único tipo de capital que creyentes y escépticos de la educación deberían plantearse al momento de definir su relación con la universidad. Tal vez no se valora lo suficiente su potencial de hacer contactos, de establecer redes que propician la cooperación, las cuales no son solo útiles, sino muchas veces indispensables tanto para el presente del estudiante como para el futuro del profesional. Estas relaciones sociales que se tejen en la fragua del ambiente académico, en la interacción de toda clase de semilleros, laboratorios, congresos, ferias y hasta en las dinámicas mismas del aula y el cafetín constituyen a la larga un patrimonio para el egresado, el cual se inscribe en la categoría de capital social y que las academias no monopolizan sino que difunden. Ahora bien, no en oposición sino en contraste, podemos llamar hiperacademia al servicio educativo informal que se moviliza a través de las redes sociales digitales en formato diverso (pensemos, por ejemplo, en los edutubers). Esta distinción es útil para discernir que el capital social funciona distinto en la academia y en la hiperacademia, pues mientras en la primera se distribuye entre quienes integran el campus, en la segunda se configura como un embudo, pues este es aprovechado casi exclusivamente por los creadores de los contenidos, dado que el modelo se sostiene a partir de la acumulación y consiguiente monetización del número de seguidores. De esta manera surge el sentido y el valor intrínsecos del campus, que va más allá de las instalaciones, mobiliario y recursos, para significar un campo que congrega toda clase de interacciones que se dan alrededor de la vida académica, interacciones que generan diversos tipos de riqueza, pues el campus no solo crea y distribuye un capital cultural, dado en términos de saberes y experiencias, sino además un capital social, representado en vínculos humanos, razón de peso por la cual también se va a la universidad. *Docente Universidad Católica de Pereira

¿Y la cultura pereirana qué?

Autor: Andrés Felipe Suárez Zuleta julio 25, 2025 Caminando recientemente por el centro de Pereira, observé escenas que me dejaron inquieto: un señor insultando a un agente de policía, un joven arrojando basura al suelo con indiferencia, conductores impacientes que tocaban los pitos de sus carros cuando el semáforo recién cambió a verde, y otras situaciones bastantes ajenas a lo que ha sido históricamente nuestra ciudad. Más allá de lo anecdótico, sentí que algo profundo ha cambiado en nuestra ciudadanía. Esa cultura del respeto, de los modales básicos y del reconocimiento del otro como un igual, parece estar desvaneciéndose. La ciudad que alguna vez se enorgulleció de su civismo está dando paso a una cotidianidad marcada por la indiferencia, la agresividad y la desconsideración. Resulta evidente que el deterioro del capital social tiene efectos directos en la calidad de vida de los ciudadanos. La falta de respeto por las normas de tránsito, el uso inapropiado del espacio público, la intolerancia con los demás y el abandono de prácticas básicas de cortesía afectan no solo la calidad de vida, sino también la sostenibilidad de la ciudad. La cultura ciudadana —entendida como el conjunto de comportamientos, actitudes y valores compartidos que facilitan la convivencia— ha sido relegada por una creciente individualización del comportamiento, y lo anterior no puede caer en responsabilidad única del Estado o del sistema educativo. El problema es sistémico y, como tal, requiere un enfoque integral. Es urgente reconstruir una cultura de respeto, diálogo y responsabilidad. Esto implica no solo programas institucionales de educación ciudadana, sino también una transformación profunda de nuestras prácticas diarias. En los colegios, nuestras universidades, los espacios laborales, hasta el transporte público, la urbanidad debe dejar de ser un concepto del pasado para convertirse en un objetivo estratégico. Como ingeniero industrial, estoy convencido de que la ciudad es un sistema complejo que solo puede funcionar si sus componentes humanos cooperan con principios compartidos. El civismo, lejos de ser una simple cortesía, es un engranaje esencial del desarrollo. Pereira no puede aspirar a ser una ciudad innovadora, sostenible y competitiva si no prioriza la cultura ciudadana como pilar de su progreso. No obstante, no todo está perdido. Aún somos mayoría quienes creemos en el respeto, quienes cedemos el paso, saludamos al vecino y recogemos la basura que no es nuestra. En cada gesto amable y responsable, hay una oportunidad para recuperar lo que parece tan distante. La cultura pereirana aún vive en nosotros y está en nuestras manos convertirnos en agentes de cambio. Porque más allá del concreto y el acero, son los pereiranos por nacimiento y adopción los que hacen ciudad. *Docente Universidad Católica de Pereira

TETRAS – Comunidad, Estado, Empresa y Academia

Autor: Julián Fernando Villa Franco julio 18, 2025 Durante años se ha hablado de la “triada” Academia, Estado y Empresa, articulación importante en la construcción del desarrollo territorial. Esta “tríada” ha sido el modelo base de muchas estrategias, pero hoy en día se reconoce la necesidad de convertirla en unos tetras: Academia + Estado + Empresa + Comunidad. La participación de la comunidad no puede seguir siendo un elemento accesorio, sino un eje fundamental que enriquece y humaniza los procesos de transformación urbana. Sin comunidad, no hay ciudad sostenible, ni proyecto con verdadero sentido social. Este nuevo tetras permite construir soluciones más integrales y pertinentes. La Academia aporta investigación y pensamiento crítico; el Estado, políticas y recursos; la Empresa, innovación y capacidad operativa; y la Comunidad, experiencia vivida, saber local y compromiso con el territorio. Juntos pueden impulsar iniciativas que no solo respondan a necesidades técnicas o económicas, sino que promuevan la equidad, la inclusión y el arraigo. Esta articulación, bien gestionada, se convierte en una poderosa herramienta para la planeación con sentido humano. Desde la Universidad Católica de Pereira, cada semestre se produce conocimiento que sueña con una ciudad mejor. A través de ejercicios académicos de planificación, diseño arquitectónico y diseño de espacio público, los estudiantes analizan, imaginan y proponen soluciones para realidades locales. Estas propuestas, más allá del aula, son una contribución concreta a los debates sobre el desarrollo urbano, el derecho a la ciudad y la calidad del entorno construido. En el segundo semestre de 2024 y primer semestre de 2025 se realizó un Proyecto Urbano Integral en la comuna de Villa Santana. Allí colaboraron tres docentes y 28 estudiantes, los cuales propusieron, un Centro Experiencial, una Unidad de Vida Articulada (UVA) orientada al bienestar de la mujer y un modelo de vivienda de interés prioritario que responde al déficit habitacional. Esta última, pensada desde materiales locales y sistemas constructivos tradicionales. Todas las propuestas buscan dignificar el hábitat popular y fortalecer la identidad barrial. En este ejercicio además de la Academia – Universidad Católica de Pereira, completó el tetras, el Estado con la participación del alcalde Mauricio Salazar y tres secretarías: Infraestructura, Planeación, y Desarrollo Económico y Competitividad; la comunidad a partir de actividades de recolección de información en sitio, talleres de co creación y presentaciones; la empresa con la participación de Corona con la que se realizó la intervención de los espacio interiores de la institución educativa Compartir Las Brisas. Sin duda, un ejercicio que muestra cómo el conocimiento académico puede convertirse en motor de transformación real. *Docente Universidad Católica de Pereira

Sobre objetos y la estética de la productividad

Autor: Carlos Andrés Quintero Diaztagle agosto 23, 2025 “Perder el tiempo”; esta curiosa expresión de nuestro vocabulario cotidiano suele aparecer como un reclamo hacia otros o hacia nosotros mismos cuando decidimos usar las horas del día en actividades consideradas “improductivas”, o simplemente ociosas. A pocos años de la pandemia, y ahora que podemos pensar con cabeza fría sobre aquel tiempo, algunas cosas se han vuelto más evidentes. Una de ellas es el hecho, ya sabido y tristemente experimentado desde la niñez por algunos, de que el trabajo marca profundamente el ritmo nuestra vida. Recordamos aún cómo, para quienes conservaron sus empleos gracias a la mediación tecnológica, el hogar se transformó de repente en oficina. Esta posibilidad que debemos a los avances tecnológicos permitió que muchos resistiéramos la crisis. Sin embargo, el lugar que antes era destinado al descanso fue invadido por el trabajo, y para muchos continúa siendo así. Por aquellos días invertir en una silla ergonómica o en un escritorio era considerado un gasto justificable, mientras que invertir en espacios destinados al ocio como la sala o el comedor era, y aún lo es hoy en día, considerado como un consumo vanidoso y superficial. Esta simple observación basta para poner en evidencia cómo hemos naturalizado una ética de la productividad, a la que respondemos sin darnos cuenta incluso en las pequeñas decisiones cotidianas. Muchos productos y espacios están diseñados para estimularnos a trabajar más tiempo. La cafetería, otrora lugar de encuentro y conversación, se ha convertido en un espacio de aislamiento productivo. Su estética acogedora con madera, luz cálida y música tenue convierte el tiempo laboral extra en algo casi placentero, disfrazando de confort y libertad algunas horas más de trabajo. Quizás todos estos estímulos, meticulosamente planeados para mantenernos enfocados en metas productivas, sean también responsables de buena parte de los problemas de salud mental que enfrentamos. No cabe duda de que el trabajo dignifica y para muchos da sentido a la cotidianidad; pero también es necesario preguntarnos por los límites sanos del esfuerzo, y reconocer cuándo el trabajo comienza a interferir con la vida misma. Muy a propósito de la reciente partida del expresidente José “Pepe” Mujica, y más allá de posturas políticas, sería justo retomar sus reflexiones sobre lo que significa vivir. Tal vez sea el momento oportuno para imaginar otras alternativas para dar sentido a la vida que no estén necesariamente atadas al trabajo. Quizás valga la pena recuperar aficiones improductivas, mirar con más atención a quienes nos rodean y en algunos momentos simplemente detenerse y perder el tiempo. *Docente Universidad Católica de Pereira.

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