ChatGPT no es tu terapeuta: la ilusión de curarse con un clic
Autor: Carlos Andrés Hurtado Díaz septiembre 26, 2025 Vivimos en una época en la que la inmediatez parece ser la vara que mide el valor de las cosas. Queremos respuestas rápidas, alivio instantáneo y soluciones empaquetadas en pocos clics. En ese escenario, no es extraño que muchos recurran a herramientas como ChatGPT, podcasts motivacionales o charlas en redes sociales como sustitutos de la terapia. La tentación es comprensible: es gratuito, está disponible las 24 horas y ofrece respuestas coherentes. Sin embargo, esta aparente comodidad encierra un riesgo profundo: la ilusión de que la palabra automática puede reemplazar el proceso terapéutico. La terapia, en su sentido más serio, implica un encuentro humano en el que se despliegan la escucha, la transferencia y la posibilidad de elaborar el sufrimiento de manera singular. No hay fórmulas generales que apliquen de igual modo para todos, porque cada persona llega con su propia historia, con marcas inconscientes, con síntomas que no siempre se comprenden en la superficie. Lo preocupante es que esta ilusión de inmediatez se suma a una tendencia social peligrosa: la banalización del sufrimiento. Muchas veces se dice “solo necesitas cambiar de actitud”, “sé positivo”, “escucha este podcast y te sentirás mejor”. El dolor psíquico, sin embargo, no desaparece con frases motivacionales ni con respuestas automáticas. Al contrario, cuando se posterga el verdadero trabajo de elaboración, suele reaparecer con más fuerza en forma de ansiedad, depresión o en síntomas que invaden la vida cotidiana. Además, hay un efecto cultural que merece atención. Pero lo que se pierde es la dimensión ética y relacional de la terapia: la construcción paciente de un espacio donde alguien se siente escuchado, confrontado y acompañado en su singularidad. En otras palabras, lo que se reemplaza no es solo el servicio de un profesional, sino la experiencia profundamente humana de un encuentro que transforma. El problema surge cuando se confunden con la terapia misma y se convierte la salud mental en un asunto de consumo rápido. El reto, entonces, es recordar que no hay atajos para comprender el propio sufrimiento ni para elaborar la historia personal. La terapia exige tiempo, implica incomodidad y confrontación, pero justamente allí radica su potencia. Confiar en sustitutos tecnológicos puede dar la ilusión de control, pero termina reforzando una cultura del desecho: también desechamos nuestra propia experiencia de dolor en vez de atravesarla. La pregunta que deberíamos hacernos no es si ChatGPT puede reemplazar a la terapia, sino qué nos dice de nuestra época el hecho de que queramos reemplazarla. Tal vez la verdadera urgencia no esté en encontrar respuestas rápidas, sino en recuperar la paciencia para escuchar y ser escuchados *Docente Universidad Católica de Pereira
