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Un estado matador

Autor: Padre Diego Augusto Arcila Vélez

Hemos asistido durante las últimas semanas al drama concreto al cual tarde o temprano nos tendríamos que enfrentar, el drama de la “despenalización de la Eutanasia” y con ella nuestra ciudad, Pereira, que es el centro de la discusión. Más allá de los protagonistas de esta historia, difícil por lo demás y respetable desde todos los puntos de vista porque se trata de una familia, de un enfermo, de sus angustias y expectativas; quisiera detener mi reflexión, sobre un Estado, el nuestro, desprovisto aún a mi entender de una claridad meridiana sobre el deber de promover la vida, que es su naturaleza original y la de “decretar” la muerte, que no debe convertirse por ningún motivo en práctica común. Eutanasia del griego Euthanasia “buena muerte”, es la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente, con o sin consentimiento (como es el caso del coma), con la intensión de evitar sufrimiento y dolor. La eutanasia está asociada al final de la vida sin sufrimiento. Sufrir es tocar los límites de la desesperación, del fracaso ante lo óptimo y realizable, del sin sentido de que lo que se construye o construyó está al borde del colapso; hay sufrimiento físico, moral, espiritual, etc. Sufrir en definitiva no nos gusta, no estamos preparados y cada vez peor, en una sociedad que se acostumbra a lo mejor, a lo light, a lo que no tenga sacrificio. Sufrir requiere carácter, opción, aprendizaje. Ese sufrimiento es el que hoy nos tiene ante esta situación, pues no lo hemos invitado a nuestra casa, a nuestra sociedad, a nuestro entorno. No es sufrir por sufrir, es sufrir sabiendo que de él, podemos aprender, fortalecer el alma y dimensionar nuestro entorno. Al Estado le corresponde solucionar el sufrimiento, mejor acceso a la educación, a la salud, al trabajo, etc. No podemos ni los legisladores, ni los empresarios, ni los líderes mundiales, ni los periodistas, sustraernos ante un problema que nos toca a todos, exigirle a los que nos gobiernan y nos legislan, que merecemos lo mejor. No puede haber mejores cuidados paliativos, más adelanto en la medicina, mejores atenciones en los hospitales, más camas para los que sufren, si todo se lo roban, si no hay inversiones serias en la salud, si nuestros ancianos hacen filas para sus pensiones, exponiéndose ante el inclemente sol o lluvia, si las citas no las dan, si la medicina no es la mejor; pues si así sigue siendo, mejor que nos maten a todos, que nos decapiten, que no nos dejen ser; pues finalmente cuando suframos vamos a estorbar a esta sociedad, que inclementemente se autodestruye, que quiere lo mejor, que no sabe enfrentar con valentía los límites y que se rinde, por terrible que sea la situación.  Aplausos a un Estado de derecho matador, que tendrá que cargar con la conciencia inquieta, de que no lo está haciendo bien por sus ciudadanos y que por el contrario nos deja solos, inertes, desprovistos. La vida debe vivir, la muerte no puede aparecer, como seguramente apareció esta semana. El Estado nos debe una explicación, la ley tiene muchos vacíos. Muerte te ríes de nosotros, que mala eres! Rector Universidad Católica de Pereira. 

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