Renovar nuestra responsabilidad con la educación
Autor: Jorge Luis Muñoz Montaño
- octubre 14, 2022
Con la posesión de nuevos gobiernos es tradicional en las democracias escuchar discursos que invitan a transformar un país, un ejemplo esperado es el que apela por una reforma educativa, la cual se promueve hoy desde una política pública integral y de amplia cobertura, hasta espacios más concretos como la denominada
“reforma a la Ley 30 de 1992”, la cual, muy a propósito de sus 30 años, ha movilizado opiniones en muy diferentes sentidos.
No obstante, bajo el trasfondo de estos discursos, lo que se juega en estas reformas es algo más estructural, no se trata sólo de la apropiación de recursos para la educación que, según cifras del propio ministro, deben cursar por encima del billón de pesos como adición al presupuesto 2023, tampoco, y siendo más bondadosos, de la posibilidad de generar una política en beneficio de las comunidades académicas, sino que más allá de esto, lo que se pone en juego es la oportunidad de retornarle a la educación su lugar como constructora y definitoria social, volver a creer en que a través de ella se logra transformar una sociedad.
Es probable que el nuevo gobierno otorgue protagonismo a las entidades territoriales, pues la descentralización se percibe como horizonte sobre el que las políticas y, en especial la educativa, cobrará lugar de definición, pero esta descentralización, debe considerarse de nueva forma, desde un escenario y un tiempo que conllevan una responsabilidad social. Descentralizar debe dejar de ser sinónimo de destinación de recursos para la toma de decisiones de gobiernos locales, debe transformarse hacia comunidades participantes que intervienen para
evidenciar necesidades, acciones y responsabilidades.
La sociedad toma un papel central no solo en la “auditoria” de la ejecución, sino que ahora serán la sociedad y las comunidades académicas las que van a planear y trazar sus políticas educativas. Esta gran responsabilidad nos exige pensarnos en los tiempos que transcurren, tomar decisiones muy conscientes respecto de quiénes
conducirán los destinos de una región y, en especial, nos evidencia el gran compromiso que tendremos desde la educación como forjadores de futuro y de desarrollo humano.
Hablo así a profesores, estudiantes, directivos, padres de familia, gobierno, sector productivo y demás responsables: parecen aproximarse escenarios de construcción colectiva, oportunidades de cambio y transformación que exigen un gran compromiso de nuestra parte, otorgar sentido a la educación para que realmente sea de calidad y, justamente, esa calidad no la definan principalmente como hasta hoy los desempeños en pruebas estandarizadas o el número de citaciones en revistas, sino, que sean los impactos en la propia transformación social, un compromiso que nos exigirá renovar nuestra responsabilidad con la educación.
*Docente Universidad Católica de Pereira.