La Libertad interior
Autor: Padre Jhon Ferney Araque Osorio
- noviembre 24, 2017
Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino” (Víktor E. Frankl: El hombre en busca de sentido).
Si de algo ha tenido ansias el hombre de todos los tiempos ha sido de libertad. En todos los países se dedican calles o avenidas a la libertad y se elevan estatuas y monumentos a ella y a las personas que lucharon por su independencia.
La historia nos demuestra, de esta manera, que siempre han existido hombres y mujeres que han luchado y muerto por defender la libertad.
Los jóvenes de hoy, piden y gritan libertad: se rebelan contra el autoritarismo de algunos padres de familia, maestros o autoridades civiles; cuestionan determinadas leyes, normas y prohibiciones, no permiten que nadie intervenga en sus cosas y asuntos personales; participan grupalmente de manifestaciones y protestas.
Sin embargo, a pesar de esos gritos de libertad, existen una serie de servidumbres y esclavitudes a las que está sometido el hombre de nuestra sociedad actual. La cultura dominante entendida como el conjunto de ideas que impone la sociedad y que hay que repetir y seguir; el culto idolátrico al dinero como valor máximo de la vida; la dependencia publicitaria y consumista; las diversiones y espectáculos alienantes; el afán patológico por la apariencia física y la vanidad; el desenfreno del sexo, las drogas, la moda y el alcohol.
Se respira pues en el ambiente un falso y equivocado concepto de libertad. Para muchos, libertad es hacer lo que nos venga en gana, hacer lo que resulta más cómodo, hacer lo que está prohibido, independizarse de toda ley y norma.
Aunque pueda sonar contradictorio, la libertad verdadera es sólo para hacer el bien; pero esto sólo se entiende reconociendo que ser libre es tener la capacidad interior de obrar, pero sabiendo en cada momento “cómo” hemos de actuar y “por qué” obramos así y no de otra manera.
Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito.
Si nacimos para ser libres, soñemos con la libertad “porque para ser libres Cristo no ha liberado” (Gal 5, 1)
*Coordinador de la Pastoral de la Universidad Católica de Pereira