La inteligencia artificial y el futuro del trabajo: ¿Amenaza o herramienta

Autor: Juan Carlos Blandón Andrade

Cuando estudié mi carrera de Ingeniería de Sistemas en la universidad, la Inteligencia Artificial (IA) e Ingeniería del Conocimiento eran asignaturas correspondientes a nuestro plan de estudios, en ellas se trabajaban distintas temáticas relacionadas con esta tecnología.

En esa época, lo más importante era que nosotros los estudiantes tuviéramos muy buena lógica para la resolución de problemas, así como conocimientos sólidos de programación en lenguaje C. Se estudiaban fundamentos teóricos de la tecnología, se creaban juegos y compiladores, además se desarrollaban sistemas expertos y programas utilizando algoritmos genéticos, entre otros.

En ese momento era muy emocionante trabajar IA, porque me exigía al máximo como programador y me ayudaba a fortalecer muchas habilidades de lo que me gustaba hacer. A pesar de todo eso, siempre me cuestionaba: ¿Qué pasará cuando esta tecnología pueda reemplazar las tareas del ser humano?

A través de los años daba la impresión de que la tecnología estaba estancada, pero no era así, muchos científicos de la computación trabajaban en tecnologías como el perceptrón y similares, hasta encontrar soluciones que permitieran avanzar. Fue así como en el año 2017 aparece un artículo científico sobre los mecanismos de atención y que permitió la explosión de las herramientas de Inteligencia Artificial hasta lo que vemos hoy día. Con todos estos desarrollos computacionales, podemos preguntarnos: ¿qué pasará con nuestros trabajos?

La IA nos plantea amenazas tales como la automatización de empleos en sectores como el transporte, la manufactura o el servicio al cliente, donde ya se reemplazan personas por algoritmos y robots. Esta situación puede dejar a millones de personas sin empleo, si desde los gobiernos y el sector privado no se implementan políticas que permitan la reconversión laboral. A pesar de lo difícil de la situación, la IA también ofrece herramientas como: asistentes inteligentes que aumentan la productividad; análisis predictivos que mejoran la toma de decisiones; y nuevas profesiones ligadas a la programación, diseño ético que priorice el bienestar humano, y la supervisión de sistemas automatizados.

El avance de esta tecnología es inevitable y el impacto depende de cómo lo enfrente la sociedad. Es necesario apostar por la educación, la adaptación y sobre todo la ética, esto puede ayudar a que la convirtamos en una aliada y no en una enemiga. Ignorar la tecnología tampoco es una opción, porque esto podría aumentar las brechas y desigualdades. Finalmente, el futuro del trabajo está determinado por nuestra capacidad de adaptarnos y actuar con responsabilidad desde todos los sectores y sobre todo teniendo en cuenta el aspecto ético antes de llenar los bolsillos mediante recortes de personal.

*Docente Universidad Católica de Pereira.

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