Industria 4.0 en Colombia: mucho ruido, pocos bytes…

Autor: Alonso Toro Lazo

En Colombia, hablar de inteligencia artificial, automatización avanzada y ciberseguridad se ha vuelto casi obligatorio en cualquier foro empresarial o político. Los anuncios se multiplican: desde inversiones en centros de datos hasta programas de capacitación en habilidades digitales. Sin embargo, en la práctica, la transformación digital avanza a un ritmo mucho más lento que el de los discursos.

Las cifras son reveladoras, pues mientras la demanda de talento en tecnologías de la información crece a doble dígito, la oferta de profesionales especializados no alcanza a cubrir ni la mitad de las vacantes. Muchas empresas, especialmente pymes, siguen viendo la industria 4.0 como un lujo, no como una necesidad estratégica. Y en el sector público, la adopción de herramientas digitales suele quedarse en pilotos que no escalan o en plataformas que no dialogan entre sí.

El problema no es falta de tecnología. Hoy tenemos acceso a soluciones de IA, IoT y analítica de datos a costos cada vez más bajos. El verdadero desafío es de visión y de articulación. La transformación digital no se reduce a comprar software o máquinas; implica repensar procesos, capacitar a las personas y crear un ecosistema donde la innovación se convierta en hábito, no en excepción.

Otros países de la región han entendido esto. Chile, por ejemplo, ha desarrollado estrategias nacionales de inteligencia artificial que incluyen desde educación temprana en programación hasta incentivos fiscales para proyectos de automatización en sectores productivos clave (Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Chile, 2025). En Colombia, en cambio, seguimos fragmentando los esfuerzos: las universidades avanzan en la formación de talento, pero este potencial se ve frenado por políticas públicas inestables, trámites engorrosos y prioridades que cambian cada cuatro años.

La oportunidad está ahí. Somos un país con potencial agrícola, industrial y de servicios capaz de beneficiarse enormemente de la digitalización. Pero para lograrlo, se requiere más que eventos y promesas. Necesitamos integrar universidad, empresa y Estado en proyectos concretos de impacto económico y social, invertir en educación técnica y profesional a gran escala, y diseñar marcos regulatorios que impulsen —y no frenen— la innovación.

Si no lo hacemos, corremos el riesgo de que la cuarta revolución industrial en Colombia se convierta en un espejismo: una vitrina de casos aislados que impresionan en las ferias, pero que no transforman la economía ni la vida de la mayoría. El tiempo para decidir si queremos ser protagonistas o simples espectadores ya se está acabando, pues el mundo ya está hablando de la quinta revolución industrial, la llamada “Industria 5.0”.

*Docente Universidad Católica de Pereira

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