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Entre el sistema y el aula: los retos de la integralidad del docente.

Autor: Ana Sofia Gaviria Cano.

La integralidad del docente se ha venido entendiendo como un conjunto de cualidades individuales personales, sociales y académicas que tienen aquellos profesionales que han decidido como opción vocacional y laboral la docencia. Esta comprensión errónea de la integralidad del docente lo sitúan en una encrucijada sobre lo que debe ser su rol para atender a las demandas del sistema, las lógicas institucionales y las diversidades del aula.

Continuar con una alta expectativa enfocada en un solo actor conduce a sacrificar el bienestar del docente y la calidad educativa, problemática que no solo se queda en la escuela, sino que trasciende a toda la sociedad. En ese sentido, es necesario reposicionar el foco de atención y comprender la corresponsabilidad que tienen todos los actores del sistema educativo, lo cual implica poner sobre la mesa retos en diferentes niveles:

     1. Equilibrar la labor pedagógica y didáctica del docente en el aula con las normativas del sistema. Esto                implica la flexibilización del sistema ante las innovaciones pedagógicas de los docentes de cara a sus realidades        que se sustentan en los saberes, la experiencia y el conocimiento del contexto.

     2. Generar un sistema claro, permanente y eficiente de actualización del docente. Las múltiples demandas         sociales, genera que se contemplen habilidades que van más allá de su capacidad para enseñar, reclamando un
     rol como gestores emocionales, de recursos y agentes de cambio. Esto implica por parte del sistema ofrecer               espacios de reflexión, asesoramiento y formación que permitan la comprensión y atención a las complejidades         que supone el entorno contemporáneo.

     3. Brindar apoyo real y promover la salud y el bienestar docente desde las instituciones educativas. Las                directivas de las instituciones educativas deben generar estrategias para potenciar y respaldar el docente en su
     desarrollo personal y profesional, contribuyendo con un clima laboral dignificante, motivador y de compromiso       con su labor y su institución.

     4. Compromiso familiar y comunitario en el acompañamiento de los estudiantes. La formación es un                       proceso que no se agota en la escuela y que desde casa y comunidad se puede aportar en el bienestar y                         desarrollo de los estudiantes en múltiples esferas que se verán reflejadas en el aula y en otros ambientes en los         que se desenvuelve el aprendiz, respaldando así la labor docente.

     5. El docente. Asumir su rol con interés y compromiso por la formación propia y la de sus estudiantes. Deben             reconocer y valorar la función humanizadora y transformadora del docente.

Es momento de darle el sentido genuino a la integralidad del docente y de actuar en consecuencia con este para lograr la educación que soñamos y necesitamos en Colombia.

*Docente Universidad Católica de Pereira

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