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DÍAS DEL FUTURO PRESENTE

Autor: Daniel Leonardo Perdomo Gamboa

El futuro ya está aquí. La educación virtual no solo es una realidad, sino una necesidad. El año pasado, nos vimos obligados a adelantar ese futuro que ya existía, pero que, por muchos motivos, habíamos evitado. Fue un paso inesperado, abrupto y traumático.

La educación virtual ya existió en el mundo. Antes de las clases en redes sociales y plataformas virtuales, la educación a distancia ayudaba a través de la radio y la televisión; ya había cursos en línea, semipresenciales o virtuales en casi todas las universidades; el agua tibia ya estaba inventada; lo que sucede es que no nos la habían arrojado a la cara.

Eso significó la pandemia: un baldado de esa agua tibia descubierta hace décadas. De la noche a la mañana, tuvimos que usar estrategias pedagógicas, herramientas digitales, interacciones virtuales, dinámicas cibernéticas. Tuvimos que reinventar la educación a la que estábamos cómodamente acostumbrados; aprendimos nuevas capacidades.

Hay un sector de la población que cree que todo volverá a la “normalidad”. Eso no es posible. Incluso si desapareciera el virus, lo aprendido y descubierto a nivel pedagógico no puede desaparecer. Suponer que dejaremos de usar las herramientas digitales y sus ventajas es, en el menor de los casos, ingenuo. Tampoco hay que recurrir al extremismo de suponer que la educación presencial desaparecerá de inmediato. Lo que sigue es combinar lo mejor de los dos mundos, el presencial y el virtual.

Ya conocemos las ventajas de la educación tradicional. Es tiempo de incluir las ventajas de la educación virtual. No haré un listado de posibilidades del mundo digital, pues como cualquier recurso, está a disposición de la voluntad y creatividad de cada docente; pero sí señalaré un aspecto que nos mostró esta contingencia: las distancias ya no son barrera para la educación.

Esa capacidad de conectar estudiantes de poblaciones lejanas, con acceso a la misma bibliografía virtual e información audiovisual sin importar su clase socioeconómica, debe permanecer. Si bien colegios y universidades regresarán a las aulas físicas, hay que diseñar cursos y carreras virtuales permanentes para que muchas más personas puedan acceder a la educación sin necesidad de dejar sus lugares de origen o de gastar recursos económicos.

No todo se puede enseñar a través de una pantalla, sin acceso a laboratorios, herramientas físicas o, incluso, otros seres humanos. Algunas materias y carreras obligan a una presencialidad; pero otras permiten la virtualidad. Un mundo no excluye el otro. Lo que necesitamos es dejar atrás el trauma y quedarnos con lo aprendido y las posibilidades que nos ofrece esta “nueva normalidad”, que realmente es el mismo mundo anormal en el que hemos vivido siempre.

*Director de Planeación y Calidad Universidad Católica de Pereira

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