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De la copia en el examen a la corrupción

Autor: Catalina Ramírez Aristizábal

Uno de los principales retos que encontramos los docentes en nuestro quehacer diario es educar a nuestros estudiantes en la ética y la probidad académica, es decir evitar el fraude y el plagio. El plagio se presenta en diversas formas, desde los alumnos que se copian en talleres y exámenes hasta aquellos que copian fuentes académicas y no académicas en trabajos, sin citarlas y/o referenciarlas adecuadamente y más grave aún en sus propios trabajos de grado.

Vivir esta experiencia como profesora es bastante frustrante por varios motivos, en primer lugar, porque puede evidenciar la falta de asimilación de los contenidos por parte de los estudiantes, en segundo lugar, en algunas ocasiones en pruebas escritas, se hace difícil determinar si el estudiante cometió fraude.

Por último y más difícil que todo lo anterior, es que el fraude o plagio rompe literalmente el proceso educativo. Es importante resaltar que la evaluación es una parte fundamental e imprescindible del mismo, no orientada a determinar quién pasa y quién no, si no que ayuda al docente a identificar cuáles son las debilidades de cada
estudiante para poder brindar retroalimentación sobre las mismas y que de esta forma las puedan subsanar y alcanzar las competencias necesarias. Cuando la prueba o trabajo evaluado resulta ser un fraude, no es posible determinar cuáles son las falencias del estudiante y por tanto ayudarlo a superarlas.

Las universidades cuentan con procedimientos específicos que los docentes deben seguir cuando detectan un fraude, para que los estudiantes acusados del mismo no se les violen el derecho al debido proceso. Los procedimientos pueden ser un poco largos y complejos, en ocasiones los estudiantes que comenten fraude son buenos alumnos y los docentes nos cuestionamos si estos son errores de juventud y si de verdad merecen por un error todas sanciones que les puede implicar un proceso de este tipo. En mi caso personal, emprender este tipo de acciones a llegado ser incluso doloroso cuando lo he hecho con estudiantes a los que les tengo un cariño especial.

Sin embargo, mirando el contexto más ampliamente y reconociendo que los estudiantes son jóvenes en formación, creo que los educadores debemos ser muy estrictos en este sentido y no dejar nunca pasar este tipo de faltas. Las sanciones son necesarias para que los estudiantes aprendan que como profesionales debemos tener
altísimos estándares éticos y empezar a eliminar de raíz la cultura del todo vale y de la corrupción que tanto daño le hace al país. Los estudiantes que hoy se copian, serán los políticos del mañana que roban o los médicos que hacen cirugías estéticas sin tener las credenciales necesarias.

*Profesora Universidad Católica de Pereira

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