¿A qué se va a la universidad?

Autor: Cristian Bohórquez

No obstante de la dignidad que por sí misma encierra la educación, considerar que esta facilita un mejor ingreso suele ser el principal motivo para incursionar en las aulas universitarias. Y aunque esta creencia parece entrar en crisis en nuestro siglo, muchos jóvenes que sueñan con un empleo digno y profesionales que anhelan un salario mejor siguen confiando su proyecto de vida al curso de pregrados y posgrados.

Sin embargo, no es el económico el único tipo de capital que creyentes y escépticos de la educación deberían plantearse al momento de definir su relación con la universidad. Tal vez no se valora lo suficiente su potencial de hacer contactos, de establecer redes que propician la cooperación, las cuales no son solo útiles, sino muchas veces indispensables tanto para el presente del estudiante como para el futuro del profesional.

Estas relaciones sociales que se tejen en la fragua del ambiente académico, en la interacción de toda clase de semilleros, laboratorios, congresos, ferias y hasta en las dinámicas mismas del aula y el cafetín constituyen a la larga un patrimonio para el egresado, el cual se inscribe en la categoría de capital social y que las academias no monopolizan sino que difunden.

Ahora bien, no en oposición sino en contraste, podemos llamar hiperacademia al servicio educativo informal que se moviliza a través de las redes sociales digitales en formato diverso (pensemos, por ejemplo, en los edutubers). Esta distinción es útil para discernir que el capital social funciona distinto en la academia y en la hiperacademia, pues mientras en la primera se distribuye entre quienes integran el campus, en la segunda se configura como un embudo, pues este es aprovechado casi exclusivamente por los creadores de los contenidos, dado que el modelo se sostiene a partir de la acumulación y consiguiente monetización del número de seguidores.

De esta manera surge el sentido y el valor intrínsecos del campus, que va más allá de las instalaciones, mobiliario y recursos, para significar un campo que congrega toda clase de interacciones que se dan alrededor de la vida académica, interacciones que generan diversos tipos de riqueza, pues el campus no solo crea y distribuye un capital cultural, dado en términos de saberes y experiencias, sino además un capital social, representado en vínculos humanos, razón de peso por la cual también se va a la universidad.

*Docente Universidad Católica de Pereira

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