Cerebro, mente y comunidad
Autor: Rosario Iodice
- junio 13, 2025
La relación entre lo que pensamos, sentimos y hacemos ha sido durante siglos una inquietud humana fundamental. Hoy, gracias al diálogo entre la psicología y las neurociencias, entendemos que nuestras emociones, decisiones y conductas no solo emergen del contexto social, sino también de complejos procesos cerebrales que se transforman constantemente.
Desde la psicología, comprendemos que todo fenómeno mental ocurre en un cuerpo, en un tiempo y en una cultura. Y desde las neurociencias, reconocemos que el cerebro es un órgano plástico, modelado tanto por la experiencia como por las relaciones humanas. Este conocimiento nos reta a formar profesionales que no solo dominen teorías y técnicas, sino que comprendan profundamente al ser humano en su totalidad.
En un país donde los índices de salud mental siguen siendo preocupantes y donde los efectos del estrés, la ansiedad o el aislamiento impactan cada vez más a nuestras juventudes, la academia tiene la responsabilidad de ir más allá de las aulas, no se trata solo de enseñar sobre el cerebro o la conducta, sino de crear escenarios donde el conocimiento sirva para sanar, acompañar y transformar realidades.
Las iniciativas que articulan ciencia, compromiso social y espiritualidad marcan una diferencia significativa y es a lo que se le debe apuntar desde las universidades. En nuestras aulas se conversa sobre neurodesarrollo, pero también sobre empatía. Se investiga sobre la memoria y el lenguaje, pero también sobre el perdón, la resiliencia y el sentido de vida. Esta integración entre ciencia y humanismo es, precisamente, un sello del compromiso con la formación de la persona, valorando y respetando su dignidad.
El futuro de la salud mental requiere profesionales con una mirada amplia y compasiva, capaces de leer el mundo desde múltiples niveles: biológico, psicológico, social y espiritual; con una formación integral, donde el conocimiento científico se ponga al servicio de la vida.
Porque comprender el cerebro no es solo una hazaña científica: es también un acto profundo de cuidado por el otro.


